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El cultivo de los conocimientos nos trae de cabeza, quizá porque delimita a la vez los auténticos caracteres impulsores de las actuaciones humanas. Las evidencias constituyen una pequeña porción del conjunto, en esos desarrollos las cautelas compiten con las intenciones, dándole una especial relevancia a los movimientos subyacentes. Aúpan simultáneamente al halo de misterio y la acumulación de presunciones sobre los escenarios cotidianos.
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