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De un tiempo a esta parte, nos invade la partícula del desconsuelo, con la implicación de que todo se desmorona y deshumaniza. Parece como si nos estuvieran poniendo a prueba. Se desestabilizan los proyectos de vida, se rompen las alianzas, se invierten significantes y significados, se pone en boga la negación, se acuchilla con la mirada y el corazón se endurece como un peñasco, tras ser triturado a deshora, desorientado y descaminado.
España está llena de “caminos entrecruzados”, que, antiguamente, se atravesaban recibiendo el saludo de “amigo”, de “paisano”, de “compañero”, de “bienvenido”… Las lenguas no dividían… las normas no distanciaban… las distancias no alejaban… los intereses eran comunes… la inmigración se convertía en convivencia…
Las noticias difundidas por los telediarios están llenas de soflamas en las que nos vuelven a dividir en dos españas a aquellos que estamos hasta las narices del recuerdo de un turbio pasado y la vivencia de un asqueroso presente, lleno de escasa o nula habilidad para resolver los problemas actuales. A los miembros del segmento de plata se nos ha olvidado el franquismo y la lejanísima república, imaginaros lo que les importa a nuestros hijos y nietos.
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