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Han sido años en los que la derecha ha tenido que soportar el estigma de ser corrupta. No es que no haya merecido el recibir el castigo por lo que, alguno de sus miembros notables, aprovechándose de sus cargos ha conseguido para sí o para el propio partido por métodos ilegales o por medio de contactos poco recomendables que, finalmente fueron denunciados por quienes, naturalmente, estaban interesados en que aflorasen al conocimiento público para el descrédito del PP.
Ni la derecha errática dirigida por el señor Pablo Casado, ni toda esta pléyade de periodistas y ciudadanos que siguen pensando que lo mejor es contemporizar, llegar a acuerdos, ceder con tal de conseguir un alivio en cuanto a la tensión política, han supuesto para Pedro Sánchez un obstáculo insuperable para llevar adelante su estrategia encaminada a conseguir perpetuarse en el poder a costa de lo que sea.
Apenas un año después de que la pandemia de la Covid-19 cambiara la vida tal y como la conocíamos, la crisis sanitaria ha desatado una enorme crisis económica y social que está impactando en la salud mental de las personas de forma dramática.
La deuda pública española puede situarse en el 126% del PIB en 2021. Se calcula que la diferencia entre ingresos y gastos de las cuentas públicas del Estado español puede ser de más de 200.000 millones de euros y el pago de esta deuda se prolongará durante al menos 20 años.
Covid-19, la pandemia que puede convertirse en endemia mundial afecta a todos los países, pero no a todos igual. Por lo que muestran los datos, los efectos en España son alarmantes aunque se disimulen tras el eufemismo crisis. Las crisis sanitaria, económica y social copan telediarios y llenan primeras páginas.
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