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“Me llamo Jean Luc Mélenchon, nací el 19 de agosto de 1951 en Tánger. No he heredado un castillo ni un partido político de mi padre. No tengo coche ni chófer. No he empleado a ningún miembro de mi familia y ninguno de mis consejeros tiene una cuenta en Suiza". Así se definía el referente de la izquierda democrática francesa en su propio sitio electrónico, en la previa de las elecciones de 2018. El mismo que el domingo pasado acaba de imponerse en los comicios generales galos.
Es bien sabido que Largo (estuquista metido a político) rechazó el ofrecimiento de Primo para formar parte de su Gobierno, por no comulgar aquel con regímenes dictatoriales. Como sabido es que don Francisco siempre fue hombre cauteloso y poco amigo de arengas belicistas: era Gandhi un revoltoso a su lado.
Es evidente que detrás de las algaradas que se siguen produciendo en nuestra nación, de los vaivenes políticos a los que estamos sometidos y de las contradicciones de este Gobierno títere que estamos padeciendo, supeditado al mandato de un personaje que está convencido de que, en lugar de estar al servicio de los españoles y preocupado por su bienestar económico y su salud física, es el dueño absoluto de sus libertades, el regidor incontestable de sus destinos y el juez inapelable de sus vidas.
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