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Buena parte de los estudiosos sobre el fenómeno de la emigración extremeña coincidimos en señalar que la diáspora constituye el mayor drama histórico-social de nuestra región. Una emigración, arrancada y extraída fundamentalmente a partir de los años sesenta, que se fue llevando por delante una riada, de unos seiscientos mil paisanos, ante la desatención al mundo agrícola y ganadero, principal fuente de vida en los pueblos extremeños.
Desde el FMI, la Comisión Europea, el Banco de España y la gran patronal se pide que los salarios suban por debajo del IPC que terminó el año en el 6,5%, provocando una nueva pérdida de poder adquisitivo que se extiende al conjunto de las clases populares. El oligopolio eléctrico mantiene el atraco impuesto con la brutal subida de la luz. Y desde Europa llegan avisos de subida de los intereses que España tendrá que pagar para devolver la deuda contraída por la pandemia.
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