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La idea de que la inteligencia artificial pueda desarrollar su propia consciencia en los próximos años ha generado mucha curiosidad y debate. Algunos expertos señalan que hay un 20% de probabilidad de que esto ocurra en la próxima década. Sin embargo, ¿qué significa que una IA sea “consciente”? ¿Podría llegar a tener emociones y deseos como los seres humanos?
Nos encontramos en un momento de dificultades graves, en parte porque cada día resulta más complicado discernir la verdad, distinguiéndola de los infundios; lo que dificulta abordar los desafíos globales apremiantes y lograr un progreso tangible. Podemos reunirnos todas las veces que queramos unos con otros, pero la confianza es esencial para dar cualquier paso, sin dejar a nadie atrás.
Honradamente, pienso que los expresidentes no deben intervenir en política y en consecuencia opino, igualmente, que los mismos no deberían pertenecer al Consejo de Estado. El conocimiento del Estado y su maquinaria, la prudencia que da la experiencia presidencial, y, sobre todo, la posible parcialidad en temas comprometidos con sus partidos, son justificación suficiente para no pertenecer al Consejo de Estado.
El corazón del ser humano ha perdido pulso; y, apenas sentimos por nada ni por nadie, se ha endurecido como una roca, y solo nos movemos para darnos pedradas unos a otros. Deshumanizados como jamás todo se derrumba, muy poco se sostiene y se sustenta. El mismo aire de rencor, que respiramos por doquier, es una deshumanización total y una pérdida de conciencia a la vez, nuestra brújula orientativa ha dejado de ser el mejor cuadrante moral que poseemos.
Siempre me han interrogado aquellos universos que se muestran en orden alfabético o en artística virtuales. Reconozco que el desorden me inquieta; y, como tal, me insta a imaginarme otras estéticas más naturales, ahora que lo artificio toma nombre de intelecto, pero que son incapaces de humanizarnos.
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