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El problema de volar por encima del bien y del mal es que cuando uno quiere aterrizar no encuentra pista. La indiferencia es el único paraje posible para el aterrizaje de la soberbia, con carácter de “illuminati”. El hombre, intelectual y con libertad de elección o decisión, sabe de su “pequeñez” en el entramado del inmenso universo desconocido que nos acoge.
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