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De repente sonaba una canción de Isabel Pantoja, “Era mi vida él”. Una canción envuelta en una dulce melodía cuya letra iba siendo modulada de manera soberbia por la antedicha intérprete. El componente elegiaco que porta la tonada es sentidamente expresado por una cantante que raya a inconmensurable altura, con el pero de no ser estadounidense ni cantar en inglés (aparte los prejuicios, muchos quizá justificados, que suscita su persona).
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