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Se podrá pasar de un curso a otro con asignaturas suspendidas, es decir, si un alumno suspende una asignatura, esta podrá ser aprobada para que pueda obtener el título de Bachillerato. Esto llevará a que nuestros estudiantes, degenerando, degenerando lleguen a ocupar puestos importantes, aunque ya muchos los ostentan sin haber estudiado. Una de las muestras es nuestra Ministro de Igualdad que ha pasado de cajera de supermercado a ocupar tal puesto en nuestro Gobierno.
De pequeñito me enseñaron que había que respetar a los mayores en edad, saber y gobierno. Los mayores en edad y saber merecen nuestra veneración y estima ya que nos han legado su sabiduría y conocimientos, con la obligación de que nosotros los incrementemos y los dejemos en herencia a los que nos sucedan.
No falla: cada vez que el socialismo mete la cuchara en la educación, acaba dando la comida a los mismos y deja con hambre a la mayoría. ¿Se acuerdan de la LOGSE, a partir de 1990? Pues, eso mismo. Ni les cuento lo que sucede cada vez que se les llena la boca a los ministros con conceptos como: democracia, igualdad, equidad, reparto, calidad, mejora, valores, competencias, bagaje competencial, currículo, valoración o evaluación en sus diferentes formas.
No me cansaré de recordar que en el Ministerio de Educación no han dejado de retorcer la reglamentación cuanto han podido. El objetivo fundamental era distanciarse de la comunidad educativa, evitar debates, no confrontar ideas y trabajarse al ‘rufianesco’ independentismo. Y ya conocen el resultado: enfrentamientos en el Congreso y Senado, además de acaloradas protestas en la calle, así como oídos sordos y aplausos sin sentido por parte del Gobierno.
Tanto Pedro Sánchez como su ‘perrito faldero’, Iglesias, creen que están cerca de lograr su plan; ese no es otro que acaparar el control en la educación y sentar las bases del adoctrinamiento más cutre y vulgar. Casi tan vulgar como algunas páginas del proyecto de LOMLOE, en las que comprobamos “sesudas” modificaciones donde sólo se añade el femenino de algunos sustantivos; constantemente añaden coletillas como: “…y niñas”; “…y alumnas”; “…y profesoras”; “…y madres”, por poner ejemplos que se repiten hasta la saciedad.
Actualmente el alumnado de educación especial en los centros específicos ronda los 36.000, sin contar los que precisan atención muy especializada. El Gobierno pretende que vayan siendo trasladados a los centros ordinarios pero sin presupuesto. Esto último es inentendible y va contra los derechos de la comunidad educativa. El alumnado especial precisa de medios materiales y humanos para ser atendido y, además, tiene grandes necesidades de tipo técnico.
La mayoría del Gobierno ha acudido a la escuela privada y alguno más joven a la concertada, pero faltaron a clase el día que se explicó que el uso del masculino genérico es un mecanismo inclusivo. El uso genérico del masculino gramatical es un mecanismo inclusivo de la lengua para referirse a colectivos formados por hombres y mujeres.
Es cierto que aún queda una esperanza con la “Ley Celaá” porque aún falta la tramitación en el Senado. Éste es el momento de potenciar las movilizaciones pacíficas y con todos los resortes democráticos.
Es cierto que la eliminación de la demanda social de los centros concertados o el posible aumento de plazas de los mismos pueden ser altamente discutibles. Porque la alternativa que puede quedar es que se creen más centros educativos privados, que compensen la carencia de suficientes plazas en los colegios o centros concertados.
En el ser humano se da una dicotomía que consiste en que en lo más profundo de su ser, existe por igual la tendencia hacia practicar el bien, con la del lado que podríamos llamar oscuro que sería la disposición para realizar el mal.
Todas estas leyes han sido fruto de intensos debates, discrepancias e incluso polémicas públicas y han venido impuestas por la mayoría parlamentaria de unos u otros partidos, nunca por un pacto de Estado como hubiera sido lo deseable. La actual Ley Celáa añade a esta nueva imposición ideológica de dirigismo claramente estatalista, unos factores que la hacen aún más alarmante.
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