Esta frase nos la repetía con asiduidad nuestro maestro de Enseñanza Primaria, y siempre nos explicaba su significado. Nos decía que, si quisiésemos que un árbol creciese recto y sin inclinarse, cuando todavía fuese un retoño, tendríamos que sujetarlo con firmeza a un rodrigón que lo mantuviese enhiesto.
Como es lógico, la enseñanza que nos proporciona esa frase tiene dos sentidos perfectamente aplicables a la educación de los niños: uno es el del bien que tenemos que inculcar a los párvulos desde su más tierna infancia para que sean responsables de sus actos, caminen con rectitud por la vida y cumplan las leyes por las que se rige cualquier sociedad. El otro es que si esa persona carece de alguien que le inculque principios de esfuerzo, sacrificio, abnegación etc. crecerá a su aire pues no se le habrán enseñado las normas más elementales de comportamiento, pudiendo llegar a ser un peligro para la Sociedad.
En el ser humano se da una dicotomía que consiste en que en lo más profundo de su ser, existe por igual la tendencia hacia practicar el bien, con la del lado que podríamos llamar oscuro que sería la disposición para realizar el mal.
La palabra educación procede del latín y tiene una doble etimología, una de ellas su ascendiente es el verbo educere y la otra el vocablo educare. Educere esta compuesto por el término verbal ducere que significa conducir, sacar, dirigir… y la preposición e, que completa el significado de “sacar de”, “conducir fuera de”, “extraer de dentro hacia fuera…”. Educare en su significado original es “alimentar”, “cuidar”, “criar”, “hacer crecer” animales o plantas.
Si la hacemos proceder de la primera, nos encontramos con que la expresión “extraer de dentro a fuera” se puede tomar en el sentido de conducir fuera lo que ya hay dentro, pero como en el interior del ser humano, como hemos dicho, existen dos tendencias, una hacia el bien y otra hacia el mal, podemos hacer que este arbolito se incline hacia un lado u otro, según lo que extraigamos de él.
Fijémonos en uno de los aspectos de la Ley que intenta imponer la Ministra Celaá: el de pasar de curso sin limitación de suspensos. ¿Qué extraemos del educando? La negación del esfuerzo, el estímulo de la superación, el deseo de la perfección, pues si se le va a dar el mismo mérito al que trabaja, es responsable y desea conseguir una formación sólida, que al descuidado a quien se le da un ardite su formación, y a la hora de buscar un trabajo tendrá el mismo valor su título que el de que se ha esforzado en instruirse. ¿Entonces para qué sirve estudiar?
También podremos extraer la enseñanza de que aquellos a quienes no se les pide esfuerzo alguno, y así consiguen sus certificados de enseñanza, son un caladero de votos para aquel Partido que no les ha pedido sacrificio alguno, además de que siempre es más fácil dirigir a ignorantes que a quienes tienen conocimientos y saben exigir lo que les corresponde.
Otra de las consideraciones a tener en cuenta es el propósito de suprimir lo colegios de formación especial y hacer que los alumnos que concurren a ellos se integren en escuelas normales, con niños que carecen de cualquier impedimento mental. Por mucho que se empeñe en ello, no es lo mismo un niño autista, con síndrome de Down, o con parálisis cerebral dentro de sus distintos tipos, que otro niño que carezca de limitaciones.
Ellos son niños especiales y necesitan tratamientos, cuidados y atenciones distintas a las de los demás. Incluirlos en escuelas normales solo va a causar perjuicios, pues, o servirán de rémora para el resto de los compañeros si el docente se dedica a ellos o, al no poder recibir los cuidados que necesitan quedarán desatendidos.
Esta Ministra es profesora de Universidad y sabe que en una clase hay personas con distintas capacidades, diferentes niveles de inteligencia y otros más o menos dispuestos a trabajar. Con esos conocimientos no sé como no entiende que a todos los alumnos no se les puede tratar por igual, cuanto más incorporar a un colegio normal a criaturas discapacitadas.
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