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El último objetivo que ha de perseguir cualquier sistema educativo es que los ciudadanos sean capaces de aunar su conocimiento básico y aplicado, sin embargo en las leyes sobre la Educación de los gobiernos socialistas, parece que se proponen todo lo contrario. Con la última Ley de Enseñanza de la indescriptible Ministra del ramo, Pilar Alegría, la formación de nuestros educandos parece que persigue que estos sean cada vez más inútiles.
Por la palabra esfuerzo es posible entender distintas cosas, todas vinculadas con la noción de fuerza, la cual se halla, incluida en su origen etimológico: “esfuerzo” proviene de la unión de dos voces latinas: el prefijo ex- (“hacia afuera”) y fortis (“fuerte”). De modo que el esfuerzo consiste en manifestar la fuerza, o sea, poner ahínco, canalizar las fuerzas físicas, mentales o emocionales hacia el logro de una meta.
Actualmente el alumnado de educación especial en los centros específicos ronda los 36.000, sin contar los que precisan atención muy especializada. El Gobierno pretende que vayan siendo trasladados a los centros ordinarios pero sin presupuesto. Esto último es inentendible y va contra los derechos de la comunidad educativa. El alumnado especial precisa de medios materiales y humanos para ser atendido y, además, tiene grandes necesidades de tipo técnico.
Es cierto que aún queda una esperanza con la “Ley Celaá” porque aún falta la tramitación en el Senado. Éste es el momento de potenciar las movilizaciones pacíficas y con todos los resortes democráticos.
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