Por la palabra esfuerzo es posible entender distintas cosas, todas vinculadas con la noción de fuerza, la cual se halla, incluida en su origen etimológico: “esfuerzo” proviene de la unión de dos voces latinas: el prefijo ex- (“hacia afuera”) y fortis (“fuerte”). De modo que el esfuerzo consiste en manifestar la fuerza, o sea, poner ahínco, canalizar las fuerzas físicas, mentales o emocionales hacia el logro de una meta.
Viene a cuento la presente definición por las reformas educativas emprendidas por el Gobierno de España. Así, hacemos un esfuerzo físico cuando empujamos un mueble para cambiarlo de lugar, pero también hacemos un esfuerzo cuando soportamos una situación que nos resulta incómoda. De allí que esta palabra pueda aplicarse, figuradamente, a cualquier escenario posible, siempre referida a la concentración de nuestras fuerzas para lograr algo que nos hemos propuesto.
Lógicamente, esfuerzo proviene del verbo esforzarse, vinculado con forzar, ya que son verbos derivados de la noción de fuerza. En algunos casos, esfuerzo puede usarse como sinónimo de “intento”.
La nueva reforma convierte el concepto en algo inútil. El estudiante va a tener determinadas titulaciones sin esfuerzo, es decir con asignaturas suspendidas. ¿Dónde se ha visto que se obtenga un titulo superior con algo más de tres asignaturas pendientes? Ningún gobierno de un país desarrollado permite que sus estudiantes suspendan asignaturas antes de darles la titulación correspondiente -hoy Grado, antes Licenciado-. ¿Qué podemos esperar de personas con títulos en suspenso? ¿Cómo van a competir con otros estudiantes del Mundo? ¿Es normal premiar los suspensos en vez de los aprobados?
Si ya de por sí la juventud española se encuentra en un estado aborregado -que no se molesten los jovenes pero sabemos que es así- por la edad, por las hormonas, por la pérdida de valores, por la dejadez, por la confusión, por los botellones … ¿Qué vamos a conseguir premiando títulos con asignaturas pendientes? Antes tenías la posibilidad de recuperar determinadas asignaturas en las convocatorias extraordinarias de septiembre o febrero, pero con la nueva ley, quedan suprimidas no teniendo la posibilidad de volver a realizar el examen para recuperarlas y obtener el aprobado.
La idea de que en la vida debemos esforzarnos para conseguir lo que queremos, o sea, que debemos trabajar en aquello que queremos conseguir, es un valor clave compartido en mayor o menor medida por todas las culturas. Su fundamento es que nada en la vida es gratuito, sino que debemos esforzarnos de algún modo en obtenerlo, y que además aquellas cosas obtenidas mediante el esfuerzo son mucho más valoradas que aquellas cosas obtenidas fácilmente, dado que ellas pasan a representar el fruto del total de nuestro trabajo.Es común escuchar que estos dos términos -esfuerzo y dedicación- se nombren juntos. Ello se debe a que forman una dupla muy valorada culturalmente y a la cual se le atribuye el logro de cualquier meta vital que nos propongamos: si canalizamos hacia ella nuestras fuerzas (esfuerzo) e invertimos tiempo en lograrla (dedicación), lo más probable es que tengamos éxito.
Así, el esfuerzo se entiende como la concentración de las fuerzas (físicas o mentales), mientras que la dedicación se traduce en la inversión sostenida de tiempo en lograr algo.Aunque juntas sean clave del éxito, es posible que se manifiesten por separado: una persona puede dedicarse a una tarea, esto es, invertir horas en ella, pero al mismo tiempo dedicarle el mínimo esfuerzo posible, esto es, pasar mucho tiempo, invirtiendo poca energía. Ó, al contrario: puede invertir mucho esfuerzo en dicha actividad, pero hacerlo tan esporádicamente que los resultados tarden mucho en alcanzarse.
Quizás será la fuerza de voluntad, el valor que hemos de reivindicar. No podemos permitir dar títulos a diestro y siniestro sin tener aprobadas todas las asignaturas. Estamos jugando con el futuro de los jóvenes, y no podemos dejar que la ley permita suspensos porque la formación es imprescindible para competir adecuadamente por un puesto de trabajo. Debemos pedir leyes, que formen a las nuevas generaciones laboralmente, en igualdad de condiciones que los demás colegas europeos.
|