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Cada individuo, por el simple hecho de existir, posee una serie de derechos fundamentales que le son inherentes, estos derechos están consagrados en declaraciones universales y tratados internacionales, y son esenciales para garantizar la dignidad humana.
Hoy queremos invitarlos a reflexionar sobre un concepto que se defiende mucho, sobre todo discursivamente de la boca para afuera, pero que se comprende bastante poco, a saber, la idea de la meritocracia, según la cual el éxito siempre es producto exclusivo del esfuerzo individual.
Semana de pruebas de acceso a la universidad. Nervios, apuntes y meses de preparación para una nueva generación que quiere acceder a sus estudios superiores, pero ¿realmente estos jóvenes creen que sus esfuerzos y méritos los llevarán a tener éxito en la vida? A esta y otras preguntas responde el Índice de Igualdad 2024 de Ipsos.
En la Biblia se presenta cómo Nabucodonosor tuvo un sueño en el que se podía contemplar una magnífica figura de oro y plata, pero que estaba sustentada sobre una base de barro que, al menor golpe, hacía desmoronar toda la efigie. Claramente se trataba de una advertencia sobre la vulnerabilidad de aquel al que se “idolatra” momentáneamente por su aspecto exterior, y que, posteriormente, se rompe en mil pedazos al ser empujado por los mismos que le han encumbrado.
Un genio nace y se hace o, dicho de otro modo, es preciso nacer con un cierto nivel de talento natural, pero esto no suele ser suficiente. Es necesario cultivar este talento natural con mucha lectura y con un arduo trabajo con, al menos, 10.000 horas de esfuerzo para alcanzar un nivel superior. Con una gran cantidad de trabajo se desarrolla un talento que puede considerarse genial. A Edison se le atribuye un 1% de inspiración y un 99 % de duro trabajo.
Ciertamente, en la sociedad digital y del espectáculo y la diversión en la que vivimos, el esfuerzo no está suficientemente reconocido, de forma general. Los resultados en los ámbitos profesional y vital no se logran por suerte o por azar, ya que intervienen, de modo decisivo, la dedicación y la entrega en cuerpo y alma a lo que se desea lograr. Algo que se aplica a todos los aspectos de la existencia.
Realmente, se puede afirmar que la ejemplaridad en la vida es lo que dota a las aspiraciones humanas de un gran valor, no medible en dinero. El concepto de normal, que parece muy claro a priori, no lo es tanto, si se piensa más profundamente, ya que lo habitual, ordinario o corriente no es siempre lo mejor, ni mucho menos.
Parece ser que a nuestra inteligencia natural la quieren sustituir con una nueva capacidad de comprender y discernir adquirida a plazos. Lo que quiere decir que, a partir de ahora, en vez de esforzarnos y estrujar nuestra sesera, vamos a recurrir a los puñeteros algoritmos y el dichoso metaverso, para movernos por el mundo para no hacer más el ridículo.
El joven que se desgasta los codos estudiando multiplica el talento inicialmente recibido. Ahora resulta que la disciplina del esfuerzo no es necesaria. Según las nuevas tendencias educativas los estudiantes podrán pasar curso con dos asignaturas pendientes. ¿Se lo han pensado bien las autoridades educativas a la hora de tomar tan absurda decisión? Según la parábola de los talentos, quien no trabaja lo poco que tiene lo pierde todo.
No, no se me ha ido la cabeza, ni estoy sufriendo un ataque de delirium tremens, ni mucho menos, simplemente estoy comparando las normas de este plagiador, embustero, falaz e inestable mentalmente que para nuestra desgracia, al igual que el Gran Timonel, Mao Zedong, dirige nuestra España y nuestros destinos.
En la filosofía de Nietzsche el concepto de superhombre es la expresión de la autosuperación de cada sujeto durante su existencia. Este filósofo alemán está convencido de que los seres humanos pueden lograr mayor calidad de vida y más profundidad en la misma, si consideran que todo depende de ellos mismos.
Todo requiere trabajo, nada se consigue sin esfuerzo. También para conquistar ese orbe armónico que nos pide nuestro interior, necesitamos estar en guardia y velar por la justicia social, máxime en un mundo tan globalizado como el actual. Sin duda, este es el mejor de los aires para donarnos vida y ganarnos mutuamente el respeto; abecedario fundamental para la convivencia pacífica y próspera, dentro y entre las naciones.
Por la palabra esfuerzo es posible entender distintas cosas, todas vinculadas con la noción de fuerza, la cual se halla, incluida en su origen etimológico: “esfuerzo” proviene de la unión de dos voces latinas: el prefijo ex- (“hacia afuera”) y fortis (“fuerte”). De modo que el esfuerzo consiste en manifestar la fuerza, o sea, poner ahínco, canalizar las fuerzas físicas, mentales o emocionales hacia el logro de una meta.
Aquél que no haya vivido el proceso de redacción de una tesis, no puede imaginar la cantidad de esfuerzos y sacrificios que conlleva la presentación de la misma, desde el día en que se decide introducirse en el maravilloso –aunque proceloso- campo de la investigación universitaria.
Militares, sanitarios, cooperantes, educadores, catedráticos, autónomos, magistrados, artistas y un sinfín de gentes de toda categoría y edad que vienen trabajando con ahínco, gran esfuerzo y continuidad, tras la búsqueda de mejorar la vida de sus semejantes, sin tener en cuenta las “piedras” que tienen que sortear en caminos “minados” por las dificultades de un gobierno que no pone nada fácil sus inmensas y arriesgadas tareas.
La ética estoica es válida y beneficiosa también para el siglo XXI. Los filósofos estoicos daban mucha importancia al control de las emociones, pero no querían reprimirlas o negarlas.
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