Parece ser que a nuestra inteligencia natural la quieren sustituir con una nueva capacidad de comprender y discernir adquirida a plazos. Lo que quiere decir que, a partir de ahora, en vez de esforzarnos y estrujar nuestra sesera, vamos a recurrir a los puñeteros algoritmos y el dichoso metaverso, para movernos por el mundo para no hacer más el ridículo. Las maquinitas en cuestión van a sustituir nuestras maltrechas neuronas por unas redes neuronales artificiales y nuevecitas, adquiridas a golpe de talonario. Es decir, que desde ya, los que quieran aprender algo o componer un poema, no necesitan ir a ningún tipo de centro de enseñanza. Se enchufarán a una maquina y saldrán de la misma con los deberes hechos y el título bajo el brazo. ¡Abajo el esfuerzo! He visto la luz. Ya no me tendré que aprender de memoria la Lista Real Sumeria que me trae por la calle de la Amargura. Durante los exámenes sentaré a mi I.A. en mi sitio y ¡ancha es Castilla! Hace unos días me preguntaban si a lo largo de mi provecta vida había observado el paso del progreso ante mi presencia. Contesté con un ¡buenooo! Desde que iba al colegio con pizarra pequeñita y pizarrín, hasta redactar este artículo en mi ordenador y publicarlo en los digitales inmediatamente. Desde escuchar “el parte” en una radio de capilla, hasta ver un partido de futbol en directo a través de mi reloj. He vivido la época en la que teníamos que pedir una conferencia desde Málaga con el Puerto de la Torre. Desde entonces hasta hoy, han pasado muchas cosas en pocos años. Lo más relevante es la rapidez con la que se desarrolla el progreso en todos los estamentos. En estos tiempos, se ponen en marcha innovaciones –al alcance de cualquiera- en una semana, mientras que los descubrimientos realizados a lo largo del siglo XX necesitaban años para desarrollarse y décadas para estar al servicio de unos pocos. Cantaban en la “Verbena de la Paloma”, una zarzuela de finales del XIX, que “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”. Fíjense lo que cantaríamos ahora. Los descubrimientos científicos nos adelantan por la derecha, por la izquierda y por el centro. Los adelantos de la ciencia nos desbordan y nos llevan cada día más cerca del “Mundo Feliz” de Huxley. Acabaremos comprando “soma” en los supermercados. Me niego a la mayor. Seguiré luchando con los nombres de Lagash y sus gentes a base de reglas nemotécnicas. La Inteligencia Artificial me ha cogido mayor.
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