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Quién lee a uno de los grandes escritores norteamericanos de la Generación perdida y a Dos Passos el gran maestro de España republicano por la que dio hasta su estrecha amistad con Haming Hemongwey por salvar a su traductor de sus novelas al español de Cervantes.
Meses esperando ver la nueva temporada de Sexo en Nueva York, fantaseando con ese glamour que desprendían las cuatro amigas paseando por Manhattan y tomándose su acostumbrado Cosmopolitan. Por fin estaba delante de mi serie preferida, con una copa en la mano y dispuesta a sentirme como esas mujeres maravillosas y estupendas llenas de glamour. Pues no, en vez de eso, me doy el batacazo de realidad más deprimente que una fan de esa serie se podría haber dado jamás.
El 11 de septiembre de hace dos décadas una desafiante punzada abrió paso al siglo veintiuno. Entre la estupefacción y la incredulidad, los husos horarios se detuvieron en el instante en que la ponzoña de la irracionalidad humana hirió de muerte a una de las dos columnas llenas de vida del Bajo Manhattan, fatídicamente colapsadas.
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