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Es habitual que en un trabajo como el mío, limpiando patios de colegio, me encuentre palomas u otras aves en mal estado, y también es habitual ver la deshumanización y falta de empatía de los adultos ante estas situaciones a pesar de que se supone que deben fomentar valores de respeto y empatía en la infancia.
El pasado viernes, acabando una dura semana de trabajo en la limpieza de patios de colegio, aparecía al lado de una clase una paloma con dificultades para volar y que había que sacar de allí. Al ser una persona animalista que piensa en todo individuo como lo que es, me puse unos guantes y metí a la paloma en una caja y comencé a escribir y llamar a todo el mundo para ver qué hacer.
No es cuestión de alcanzar estadios de <cenobita>, respecto a si reeditar o no, el Arca de Noé, que por cierto, tan generosamente simboliza en su sentido más bíblico la ciudad de Barcelona. Todo lo contrario, es algo completamente profano, que no trasciende más allá de la lógica y las consecuencias previsibles de la inacción de un gobierno municipal ante una situación que ya roza el hartazgo ciudadano.
Hace unas semanas visité uno de los palomares de los “Hermanos Nungaray”, ubicado en Guadalajara, Jalisco, México, para conocer las instalaciones y platicar con el colombófilo Cornelio Nungaray. En esta charla él nos cuenta qué es la colombofilia, además de revelarnos detalles sobre sus 42 años de experiencia en el adiestramiento, entrenamiento y cuidado de las palomas.
Me genera enorme rechazo hablar de estos asuntos [el de la esterilización de los animales que sufren la calle, como mal menor] porque creo firmemente que la población que debería esterilizarse, caso de necesitar esterilizar alguna, es la humana.
A pesar de que la mayoría de los transeúntes de los distintos pueblos y ciudades del país se topan con ellas a diario, son muy pocos los que les prestan atención y muchos menos aquellos que ven en ellas un potencial problema de salud pública.
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