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Fue un placer volver a disfrutar de sus siempre afinadas glosas a las obras y al tenor de los poetas de quienes penden estas, máxime cuando a uno mismo es a quien le toca ser glosado, ya que hay tanta o más poesía en sus deliciosos opúsculos que en sus neoclásicos versos, de imparangonable limpidez.
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