Supuso para mí un auténtico placer regresar a la tertulia poética regentada ya desde hace una década por la gran poeta y promotora cultural doña Rosario de la Cueva, no en vano a lo largo de todo este tiempo ha demostrado un inagotable tesón, sobreponiéndose a muy varias adversidades, las cuales ha confrontado como lo confronta todo ella: con generosidad y estoicismo. Ni los infundios, ni las lesiones muscoesqueléticas, ni siquiera las pandemias, parecen poder con esta fuerza de la naturaleza que tanto y tan variopinto lirismo concita en torno a sí.
Fue un placer volver a disfrutar de sus siempre afinadas glosas a las obras y al tenor de los poetas de quienes penden estas, máxime cuando a uno mismo es a quien le toca ser glosado, ya que hay tanta o más poesía en sus deliciosos opúsculos que en sus neoclásicos versos, de imparangonable limpidez.
Y no conforme con compartir velada con Rosario, lo mismo suceció con Dusica Nikolic Dann, otra amiga de “longue durée”, con quien he tenido el gusto de colaborar en numerosos eventos la mayor parte de los cuales vinculados con el universo versal. Su evanescente poesía, sugeridora por demás, volvió a mudarse en un vaporoso tul que nos envolvió suave y embriagadoramente a todos, como suele ocurrir siempre que Dusica despliega sus versificaciones de un cuasi inescrutable intimismo, inescrutable por ser efundido en ellas el néctar de lo inusitado.
Recitamos Nikolic y el que les escribe alalimón, a razón de tres versos per cápita en una serie de rondas que rondó la hora y pico aproximadamente. El público era el que permiten los actuales tiempos; nuestras fauces comparecieron veladas, y dicho velo filtró el ya de por sí poéticamente filtrado sentimiento que por la sala fue derramándose de manera paulatina, al ritmo de los ritmos y medidas.
Entre el selecto público se encontraba una representación de la Embajada de Serbia encabezada por el cónsul don Martin Simovic, que acudió en apoyo de quien es una eximia embajadora de ese país en el nuestro en lo que se refiere al ámbito cultural.
Asimismo cabe apuntar el acogedor recibimiento que nos otorgó el presidente del Centro Riojano de Madrid, don José Antonio Rupérez Caño.
Esperemos que por muchos años continúe la siempre efervescente labor cultural de doña Rosario de la Cueva.
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