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Enciendo la televisión al mediodía cuando el trabajo me lo permite, y el mando me lleva muchos días a programas de actualidad y de tertulia política. Veo durante unos minutos algún programa de “esa estirpe”, y cuando oigo hablar a algunos sujetos/as empiezo a notar la “infamia zurda” de los susodichos.
En este periódico, una nota de Nieves Fernández trata acerca de las viejas y nuevas tertulias literarias en España. Aunque el océano nos separe y cada una haya recorrido su propia historia en la cultura, da placer el descubrir que personas de identidad y continente distintos puedan coincidir a pleno.
Un poeta llega a una nueva tertulia literaria del siglo XXI, no hay focos, no hay grandes escenarios, hay, eso sí, ganas de estar con él, de que cuente a golpes de silencio y emoción lo que más duela, lo que más oprima al pecho y también, como contraste, lo que más le asombre y le dé vida.
Aquel día era especial. Despedíamos a Luis, amigo íntimo desde la infancia. Hacía tiempo que solía repetir insistentemente “estoy en la raya del más allá”; cualquier día de estos, cansado y “cansando” a alguien en quien yo creo y que otros llaman duda,me dará un empujoncito y caeré suavemente al otro lado de la tapia.
Adicto soy a las tertulias televisivas o radiofónicas; sí, adicto a ciertos periodistas o intelectuales que van goteando sus opiniones, ajustándolas a los principios que cada uno de ellos ha ido madurando a lo largo de sus años de afanoso estudio de observación, quiero pensar que objetiva, pero... mi adicción acarrea una confrontación: la no posibilidad de intervenir a distancia desde la casa de cada cual.
El próximo 6 de junio a las 18:00h tendrá lugar una tertulia de autores en la librería Ciento Volando en Madrid. Esta tertulia esta organizada por la editorial BoD, y contara con los escritores: Amalia Hoya, Julián Fernández Ortiz, F J Klàver, Lidia Herbada, Sandra Ovies, Emma Iglesias como representante de la asociación literaria Se ha escrito un Libro, y Michaela Arnold como representante de BoD en España.
Llama la atención la facilidad de palabra que tienen los “tertulianos” de los medios de comunicación, que todos los días nos hablan de los más diversos temas, simples o complicados. Deben de pertenecer a una especie “supra IA”, porque, como digo, les da lo mismo opinar “con voz de magisterio experimentado” del aborto, de la eutanasia, de la educación, del acoso escolar, de la gestación subrogada, de la ocupación intocable, de los malos y de los buenos y de Ferrovial...
Las realidades se contemplan, se palpan y arañan y sonríen... “depende del cristal con que se miren”. Las realidades siempre tienen un aspecto subjetivo; la historia, la cultura, el entorno e incluso “la necesidad” modifican, normalmente, los hechos objetivos. No todo lo que existe es como cada uno de nosotros lo percibe.
Las tertulias alimentan el morbo de la audiencia. La claridad y la objetividad, engranajes exigibles, se evaporizan, según los tertulianos, según los temas y, sobre todo, según las consignas “recibidas”. Todas las tertulias tienen tres problemas: “la limitación del tiempo”, “la independencia o no del profesional que dirige el coloquio” y “el nivel técnico de los participantes”.
La casualidad puede ser ilustrativa.Casualmente me topé hace poco con unas tertulias de “El País”, con grandes expertos, importantes cargos, responsables diversos, gerentes de salud y periodistas que manipulan la información. El cuadro es colorista, a falta de ideas. Con temas muy en “cartelera”, preocupantes, pero desenfocados.
Hace muchos años descubrí las dificultades que tenemos los seres humanos para dialogar. Estamos tan pagados de nuestros propios conocimientos y del control de nuestras emociones, que desdeñamos la opinión de los demás, la cual ignoramos mientras preparamos nuestro propio discurso que intentamos hacer prevalecer sobre el de los contertulios.
Fue un placer volver a disfrutar de sus siempre afinadas glosas a las obras y al tenor de los poetas de quienes penden estas, máxime cuando a uno mismo es a quien le toca ser glosado, ya que hay tanta o más poesía en sus deliciosos opúsculos que en sus neoclásicos versos, de imparangonable limpidez.
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