Adicto soy a las tertulias televisivas o radiofónicas; sí, adicto a ciertos periodistas o intelectuales que van goteando sus opiniones, ajustándolas a los principios que cada uno de ellos ha ido madurando a lo largo de sus años de afanoso estudio de observación, quiero pensar que objetiva, pero... mi adicción acarrea una confrontación: la no posibilidad de intervenir a distancia desde la casa de cada cual.
Avergüenza el atrevimiento de ciertas personas que cobran por decir generalidades, por saber cruzar la cuerda como un equilibrista, pero sin serlo.
Avergüenza las sonrisitas, llenas de ignorancia, para tapar el desconocimiento.
Avergüenza olvidarse que les están escuchando o viendo miles de personas, que SÍ saben de verdades, de realidades, de engaños, de tapados y aprovechados y que esperaban de dichos tertulianos menos sonrisas y más crítica objetiva en base a conocimientos reales.
Si no es así, mejor sería que abandonasen el “plató” o la “mesa radiofónica”, nos ahorrarían tiempo y gastos de energía.
Lunes a viernes, las mismas caras, distintos temas... EL MISMO ATREVIMIENTO PARA OPINAR; de todo se sabe... de todo se han tenido confidencias... de todos hemos leído, estudiado y experimentado... ¡QUÉ SUERTE!, (mejor dicho: ¡Qué suerte poder cobrar por todo ello!).
Yo, desde casa, desayuno y ceno con mi esposa, sentados, como bueno alumnos. Al terminar tenemos que tomas, algunas veces, un OMEPRAZOL para protegernos de tanta valentía charlatana por parte de ciertos tertulianos “conoce todo”, que más que aclarar, intentan colocarnos en el perfil político que ellos consideran bueno.
Me encantan las buenas tertulias, las objetivas, serias, basadas en conocimientos, no solamente en títulos académicos caducados y mal utilizados.
Para este período que decíamos de cambio... ¡QUÉ DIOS REPARTA SUERTE! y, sobre todo, ¡QUÉ DIOS CASTIGUE LA MENTIRA!
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