| ||||||||||||||||||||||
Estamos viendo como se nos está yendo de las manos la joven, aparentemente madura, democracia española. Como se aprendía, hace muchos años, en la escuelas de artes y oficios profesionales, “cuidado con lo que se manipula”, porque cuando queráis daros cuenta la máquina no funciona.
La sociedad evoluciona y con ella las necesidades que se van creando en ella. La superficialidad que, a veces, nos invade hace posible también la aparición o, al menos, el resurgimiento de ciertas profesiones que nos ayudan a pensar o a alimentar nuestras propias opiniones por la simple intención de reforzar nuestras creencias y no con el ánimo de darnos otras visiones, todas respetables, de la realidad para contrastarlas con las nuestras.
En esta vida tenemos ciertos valores que se van conformando a medida que vamos evolucionando en los años. Durante la infancia formaremos nuestra personalidad, que será determinante para el carácter que tengamos en el futuro. Cuando somos niños, nos educan y enseñan todo aquello que creen que será necesario para poder desenvolvernos el día de mañana.
Seguimos en el mes de marzo, mes completo destinado a la mujer desde que la fecha del 8M incurriera hace décadas en nuestra rutina anual y nos marcara el tono violeta de defensa de los derechos humanos, en igualdad, pero de modo más profundo en la mitad de la población mundial, como es la mujer aún en desigualdad.
Hay dos libros que todos deberíamos tener en la cabecera de nuestro dormitorio: la Biblia y el Quijote. Durante el día oiremos noticias de todo tipo, en YouTube cantidad de resúmenes a gusto de los consumidores y al final del día o de la semana encontraremos el galimatías en que hemos convertido la sociedad.
En el periódico La Nación del sábado 1 de marzo, aparece en la sección Ideas una entrevista de Adriana Balaguer a Paola Caracciolo, conocida como cronista y escritora por su seudónimo Pola Oloixarac. Según la Wikipedia, se trata de una narradora, periodista, filósofa y traductora argentina, con vasta obra traducida a varias lenguas, residente en Barcelona.
Hace un año publiqué un artículo titulado “Combatiendo la estupidez con silencio”, en el cual defendía la importancia del silencio como herramienta indispensable para el desarrollo del pensamiento crítico y la autoconciencia. Según mi análisis, el silencio nos permite reflexionar sobre nuestras ideas y creencias, y nos ayuda a desarrollar una mayor comprensión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.
Desgraciadamente, en la actualidad hay montones y montones de individuos que lo aceptan todo, y muchos tienen el decoro de ocultarlo, pero hay otros que subestiman tanto a sus semejantes y que son tan necios que incluso se lo demuestran al mundo entero a través de los medios de comunicación.
Dentro del género de opinión se pusieron de moda hace años en los periódicos las llamadas columnas, por su morfología compositiva en la página. Se las encargaban a gente que, se pensaba, podían dar diversos puntos de vista de la actualidad, además de poder aportar algo de su presupuesta experiencia en algún campo de la cultura u otra actividad.
Se nos pide a diario, actuar, decidir, posicionarse, comprar, votar, opinar; pero apenas nos sentimos involucrados a la hora de recibir las informaciones adecuadas, siendo como son estas un elemento crucial para acercarse al conocimiento adecuado de las cosas. Si no adecentamos ese paso previo, ya me dirán ustedes cómo será la consistencia de las decisiones tomadas, de las actuaciones y de las posteriores repercusiones.
En estos días que se buscan culpables sobre la Dana de Valencia, en lugar de arrimar el hombro en la reconstrucción y sobre todo la reparación de las pérdidas humanas en la medida que sea posible, vemos que el relato sustituye la verdad, pues se busca la buena imagen.
Vivimos en una sociedad en la que tenemos la obligación de actuar como lo hace el resto, de comer lo que prueban otros, de tener aficiones conforme al entorno al cual nos hemos desarrollado y sobre todo, a relacionarnos con personas afines a nuestros intereses y clase social
Somos muy propensos a sacar conclusiones sin el debido fundamento; incluso procedemos con empeño a defenderlas, pese a su inconsistencia. Las dificultades para adquirir el conocimiento suficiente de cuanto acontece, suelen ser abrumadoras; emerge la pregunta, nos sitúa ante qué parte logramos conocer. Un simple HECHO, aparentemente nítido y visible, está forjado por una serie de factores condicionantes y repercusiones.
Solemos decir muchas frases y damos bastantes discursos sobre situaciones que pensamos que nunca haremos. Estamos convencidos de nuestra palabra y seguros de no cambiar de opinión, a pesar de las diferentes experiencias por las que podemos pasar, pero puede suceder que llegue un día en el que todo aquello que dijimos cobre otro sentido, y aquello que prometimos no hacer, lo acabemos haciendo.
El siglo XX y lo que va del XXI están consiguiendo, pero en sentido contrario, lo que nos trajo el final del siglo XIX, la humanización del trabajo y los reconocimientos de los derechos que todos traemos al nacer. ¿Qué es, pues? ¿Qué debemos vigilar? Nos están enseñando a cambiar conceptos, como, por ejemplo política y moral o creencias personales. Peor, algunos, nos quieren obligar a cambiar.
Elegir un proveedor de energía eléctrica para el hogar no es fácil porque los consumidores solemos buscar dos conceptos fundamentales que no suelen ir de la mano: precios competitivos y un servicio de alta calidad. Por suerte, tal y como hemos podido comprobar al documentarnos para escribir estas líneas, podemos decir que Imagina Energía destaca en ambas áreas.
La democracia es un pilar fundamental en la sociedad moderna, y su esencia radica en la participación activa de los ciudadanos en la toma de decisiones. En España, como en muchos otros países, el sistema político ha evolucionado a lo largo del tiempo, y actualmente, se enfrenta a desafíos que requieren una profunda reflexión y posiblemente una reforma constitucional.
Abundan, en la Red, y en los libros, frases y sentencias sobre la Navidad, casi todas empalagosas y manidas. Se trata de aserciones como la que reza “la Navidad es la temporada para encender el fuego de la hospitalidad en el salón, y la genial llama de la caridad en el corazón”, atribuida a Washington Irving. Poco que añadir en el universo del lugar común como elemento central de cualquier retórica.
El diálogo resulta básico para cualquier pretensión de vida comunitaria; para encauzar los agonismos y antagonismos es un procedimiento necesario. Cuando no se practica, los entendimientos se tornan muy problemáticos. Exige unas mínimas cualidades de franqueza, respeto, tenacidad, y naturalmente, voluntad de dialogar. Y de por sí, cuesta lo suyo reunir estas condiciones.
En dicho spot publicitario podemos observar como un grupo se divide inmediatamente en dos facciones ante unas preguntas concretas: esto o lo otro. Comienza con la broma de las preferencias por las tortillas de patatas: “con o sin cebolla”, y plantea el deporte nacional que consiste en dividir a los ciudadanos para todo en dos grupos irreconciliables, asentados en “su verdad absoluta”.
|