En el periódico La Nación del sábado 1 de marzo, aparece en la sección Ideas una entrevista de Adriana Balaguer a Paola Caracciolo, conocida como cronista y escritora por su seudónimo Pola Oloixarac.
Según la Wikipedia, se trata de una narradora, periodista, filósofa y traductora argentina, con vasta obra traducida a varias lenguas, residente en Barcelona. Tiene 47 años. Yo, 74. Resido en Buenos Aires, tengo familia en Suecia y provengo de antecedentes catalanes e italianos por parte materna y de alemanes y austriacos del lado paterno.
El motivo de la entrevista a Oloixarac, reza en el periódico, es que ella posee una mirada filosa que aporta una perspectiva diferente a los problemas políticos que estamos padeciendo en el mundo.
La nota de La Nación ahonda en el Presidente argentino, al que la entrevistada considera un personaje de las redes y, por tanto, “un buen creador de memes, un gran creador de eventos virales”. Más allá de la justicia o no de esta mirada simplificadora que se limita al signo comunicacional y no aborda el sentido político e institucional del “fenómeno” (no tengo nada en contra de la Fenomenología, faltaba más), me detengo en esta pregunta que le hace Balaguer: “¿Es tiempo de extremos? ¿No hay más lugar para los grises?”, que Oloixarac contesta señalando que vivimos tiempos de sobreactuación. A la siguiente de Balaguer: “¿Te asusta lo que ves?”, Oloixarac responde (textualmente): “No, ¿por qué? Me parece súper interesante esta época”.
Y agrega, supongo que a modo ¿de paráfrasis? : “Me parece más sincero de parte de Alemania decir: “tenemos un problema”. Si voy caminando por Frankfurt y no veo un alemán, es un problema. Si estos partidos antipáticos sacan estos votos es porque del otro lado nadie está mirando ese mismo problema y dando una solución”.
No es casual que yo haya explicitado la edad de la entrevistada y la propia. En efecto, parece que existe una grieta generacional: los jóvenes quieren soluciones y eficacia (“eficacia” no es sinónimo de “eficiencia”) y deben de considerar la existencia como una permanente repetición del “Dasein” y a la vida pública, como un espectáculo en vivo, regido por el rating y la visibilidad. Ignoro si al elegir el ejemplo de las elecciones en Alemania, Oloixarac lo imaginó descontextualizado del nazismo. Presumo su buena intención, no así su prudencia (cuando menos para ejemplificar).
La sociedad, quiero inferir, sería así la sumatoria de individualidades pasivas, aunque diversas, que expresan conflictos que los gobiernos están obligados a “tramitar” a como dé lugar, siempre con resultados rápidos y positivos.
A raíz de esa cita sobre Frankfurt, me permito aclarar, con todo respeto al diario argentino, a la entrevistadora y a la entrevistada. ¿A qué venía lo de Alemania, si hablaban del Presidente argentino? O estarían pensando en ¿una novedosa “Internacional”? Protesto: Alemania ya sufrió bastante, se hizo responsable de su barbarie, continúa en su didáctica, aunque nos pese…, y resolverá sus cuitas con su épica. Bastante tenemos ya en Argentina.
A propósito de la cita, yo fui caminando por calles de distintos barrios de Frankfurt en 2024. Vi alemanes, turistas extranjeros e inmigrantes. Y un día domingo, de espléndido sol, celebraban el inicio de un nuevo tramo del “Straβenbahn”, televisado por la televisión suiza además de la local. Chicos, adultos y viejos daban su opinión, había música, era un evento comunitario. En Berlín, si hubiera estado, es probable que viese más residentes de habla extranjera y “menos alemanes” (¿?). Hay un dicho respecto de estas ciudades de clivaje: “Así como New York no es USA, Berlín no es Alemania”…
En Stuttgart o en Düsseldorf, agrego, habrían caminado quizás “más alemanes”. ¿Y?
Lo que me parece “un problema” real –parafraseando ese diálogo de la gráfica (no virtual ni producto de la ansiedad propia del goce que supimos conseguir, que no es deseo) -es que Alemania, que continúa sosteniendo con subsidios a parte importante de Europa (no, a toda, véase la Escandinavia, vbgr.), creo que “el problema”, digo, es que la BDR sea vista según viejas miradas en los ojos de una joven escritora y periodista premiada, residente en Barcelona.
La aversión y las grietas sociales, que existen en tanto humanos que somos, no justifican el aumento de cierto hartazgo odioso de la gente, aunque esto sea parte de una gran mayoría ahora (en Occidente). Describir anomias bajo la retórica teatral de una “redención” (imposible), aunque los partidos de la oposición parezcan debilitados o mudos, constituye un riesgo para la salud del planeta.
Los escritores sabemos que, según el contexto lingüístico, denotar connota…
“Alles Gute” (saludo de cortesía) para todos y todas de una vieja de 74 años que no alude a los políticos como “la emergencia del hombre fuerte”, en relación a “influencers” copiones de don Napoleón, quien conquistó pero también invadió. Las luces y sombras de los gobernantes, incluso de nuestros próceres y del electorado todo, son tan verosímiles como las noches cerradas y los momentos cuando despunta el día. Pero no es cuestión de tirar más leña al fuego.
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