En el panorama español actual, es la izquierda quien maneja mejor el discurso y quien se siente más cómoda apropiándose de causas ajenas para convertirlas en propias, aunque nunca por convicción, sino para obtener rédito político y arañar un puñado de votos. Si hay una causa a la que se aferran con uñas y dientes, es sin duda a la del feminismo, politizado hasta el extremo. Por supuesto, se trata de un mal llamado feminismo, pues sus postulados rompen de lleno con pilares básicos como la igualdad ante la ley o la presunción de inocencia, además de fundamentarse en el tóxico enfrentamiento entre hombres y mujeres.
A lo largo de nuestra vida, hay que predicar con el ejemplo: lo que hacemos y lo que decimos debe ir en sintonía, ya que de lo contrario, se pierde toda coherencia y difícilmente pueden los demás guardarnos cierto respeto o dar crédito a nuestras palabras. Precisamente por el fervor que ponen los dirigentes de izquierdas en sus discursos y por su obstinada apropiación de la causa feminista, sería más que conveniente que dejaran de aparecer entre sus filas hombres con conductas deleznables.
|