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Hace muchos años descubrí las dificultades que tenemos los seres humanos para dialogar. Estamos tan pagados de nuestros propios conocimientos y del control de nuestras emociones, que desdeñamos la opinión de los demás, la cual ignoramos mientras preparamos nuestro propio discurso que intentamos hacer prevalecer sobre el de los contertulios.
Fue un placer volver a disfrutar de sus siempre afinadas glosas a las obras y al tenor de los poetas de quienes penden estas, máxime cuando a uno mismo es a quien le toca ser glosado, ya que hay tanta o más poesía en sus deliciosos opúsculos que en sus neoclásicos versos, de imparangonable limpidez.
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