A Trump no le gustan las culturas. A no ser que conlleven tierras raras que pueda explotar. A Trump no le gustan los idiomas. Utiliza el inglés americano pero dudamos que lo pueda deletrear. No le gusta el valenciano, el gallego, el euskera o el asturiano. Las películas deben ser todas en inglés americano. Aborrece el uso del español en Estados Unidos. Y a los que lo hablan. Acabaría con el chino, el hindi o el maltés. Que si hablas maltés y te ataca Trump, no tienes mucho que hacer. Salvo resguardarte en la isla de Gozo. Hasta que veas que el magnate para de hablar en americano de primaria. El día que Trump se entere de todos los traductores que hay en el parlamento europeo de Bruselas, no duerme en un mes. Y no para hasta que coja al inventor del maltés. Que no fue uno sólo. Sino las tres islas. No sé qué haría con los traductores de checo, polaco, estonio, francés o español. Nada bueno. Porque Trump representa una cultura única con un idioma único. Una cultura que domine el mundo entero. Aunque sea de primaria. Por eso yo propongo que adoptemos el maltés como lengua oficial de Bruselas.
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