Corría mayo de 1934, y el creador del ejercito rojo deambulaba por varios países europeos huyendo de su poderoso y mortal adversario, Joseph Stalin. El gran ideólogo nacido en Bereslavka subestimó siempre a su adversario, que aunque no era una lumbrera, era un gran estratega cuando se trataba de maniobrar dentro del partido comunista.
Explotaba los celos, la envidia y otros rasgos negativos de la sicología humana de manera magistral. Es bien sabido que no es bueno hacerse de enemigos que están a la altura del conflicto.