He empezado a releer el 1984 de Orwell. Cuando lo leí por primera vez creí que su indeseable distopía era mera literatura de ficción que nunca llegaría a ocurrir, hoy ya no estoy tan seguro.
Leo en la novela que si la mentira impuesta por el poder era aceptada por todos, pasaba a la historia y se convertía en verdad pues, quien controla el pasado, controla el futuro y quien controla el presente controla el pasado. Inmediatamente de leer esto me ha venido a la cabeza la Ley de Memoria Histórica que puede llegar a imponerse como única verdad en la medida que los que vivimos aquella historia vayamos desapareciendo.
Si te parece una insensatez exhumar el cadáver de Franco puedes ser acusado por el Ministerio de la Verdad de franquista y etiquetado como extrema derecha, fascista y otras lindezas por el estilo.
El Ministerio de la Verdad es el que en la novela de Orwell garantiza la certeza de cualquier relato a costa de reescribir la historia. Por el momento no existe tal ministerio pero existen los que podrían ponerlo en funcionamiento si se les deja, por lo pronto la historia que se transmite a las generaciones jóvenes no deja de ser cuestionable, en Cataluña y no solo en Cataluña. ¿Quién creerá que el cuadro Guernica, lo pintó Picasso por la muerte del torero Sánchez Mejías y no por el bombardeo? ¿Cuál es la verdad?
Ser estudioso de la historia puede ser premiado si el resultado es del agrado de los que detentan el poder. En caso contrario padecerán bastantes dificultades, a pesar de la tan cacareada libertad de expresión que, ¡horror!, alguna ministra ya amenaza con “regularla”.
La neo-lengua en vigor en la novela ya la tenemos en marcha. Ahora tenemos la ideología de género y el feminismo que han aportado multitud de expresiones que sería incomprensibles para nuestros abuelos.
En la novela cada vivienda está dotada de una tele pantalla inapagable y desde la cual eres vigilado. Hoy todos tenemos multitud de pantallas de televisión, de ordenador o del móvil que nadie nos obliga a tenerlas en funcionamiento todo el día pero a las que estamos enganchados sin remedio. No es necesario que nos vigile el Gran Hermano de la novela, nosotros mismos volcamos nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras intimidades a través de las redes que lo archivan todo y pueden sacar cualquier cosa que dijimos cuando a alguien le convenga para hacernos daño. Seguramente más de un político anda maldiciendo a las hemerotecas o las grabaciones que guardan celosamente lo que dijeron.
Esas redes son los medios de manipulación masiva que ya se están utilizando para señalarnos los problemas en los que tenemos que fijarnos o el partido que va de ganador en la encuesta. Naturalmente estos medios sirven para manipular nuestra atención pues lo que no sale en estos medios es como si no existiera. Solo tienen que observar la diferencia de tratamiento que se da a unos casos de corrupción o a otros.
Decía San Agustín que a fuerza de verlo todo se termina por soportarlo todo, a fuerza de soportarlo todo se termina por tolerarlo todo, a fuerza de tolerarlo todo se termina aceptándolo todo y a fuerza de aceptarlo todo terminamos por aprobarlo todo. Y en eso estamos si no nos espabilamos y pensamos por nuestra cuenta.
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