Lo de anoche en el XXV Festival La Mar de Músicas de Cartagena, es una de esas cosas que una tiene que vivir. La cita de Cartagena decididamente se consagra como un encuentro cultural imprescindible en el recorrido musical del verano. Ese año cumple su cuarto de siglo coronándose con veladas tan llenas de magia y encanto como la de ayer jueves.
Toquinho, Silvia Pérez Cruz y Javier Colina, ¡menudo trío! La guitarra del gigante de la música popular brasileña (MPB), la delicada y pasional interpretación de Cruz y las notas hechizantes del maestro del contrabajo Colina. El Auditorio Parque Torres albergaba al fervoroso público, también en sus escaleras, pasillos, barandas y cualquier espacio donde una pudiese centrarse en la música que envolvía la noche de la ciudad portuaria. Algunas no se cortaron y empezaron a sambar poseídas por el ritmo de la música y pasando del resto del mundo.
Toquinho dijo que tocarían “improvisadamente pero desde la verdad intrínseca y desde el corazón (…) las personas son distintas pero el camino es el mismo” y nos contó que cuando tenía 22 años ya conocía a Vinicius de Moraes, el gran poeta brasileño. Vinícius de Moraes, Baden Powell y Tom Jobim, “Padre, Hijo y Espíritu Santo”, círculo que culminó con la llegada de Toquinho a quien llamaron “Amén”. Abrió el concierto con un maravilloso solo de guitarra, después Cruz y Colina a dúo, con temas como Ojos Verdes (Concha Piquer), no tengo palabras para referirme a esa interpretación solo digo que el auditorio se caía con sus aplausos, o Sound of Silence (Simon & Garfunkel) y, en la segunda mitad, los tres hados.
Cruz, derrochando sensibilidad, entonando cada nota y traspasando su sentir al público como pocas veces he visto conseguir a una artista, recordó que sus “bisabuelos eran mineros de La Unión”, un pequeño pueblo cerca de Cartagena. Se ganó aún más las simpatías de la audiencia, si es que era posible.
El trío nos deleitó con los temas más conocidos de la MPB como Garota de Ipanema, de la que supimos de labios del brasileño que no era carioca sino paulista, como él; Basta de nostalgia, Siete mares y tantas otras que se han vuelto a grabar en la memoria.
Y por si esto no hubiese sido suficiente, Ana Moura, la fadista lusitana, que actuaba después, invitó a Cruz a cantar a dúo un fado. El elegante torrente de voz de la portuguesa junto con la potente dulzura de la gerundense, dieron a la audiencia el toque final para una noche inolvidable que quedará para siempre en nuestros mejores recuerdos. ¡Gracias, La Mar de Músicas!
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