Siempre he repetido lo que figura en el subtítulo a mis hijos cuando hemos hablado sobre la inteligencia, esa capacidad propia del ser humano que convierte a una criatura torpe y sin defensas temibles, en la más peligrosa de los seres que habitan la tierra.
Un talento que defino así en mi novela «Los días de Gilgamesh»: «… el Hombre es muy malo; poco importa que vea menos que el águila o que corra menos que el ocelote, que huela menos que el perro o que oiga menos que un pájaro, que trepe a los árboles peor que un simple mico, que tenga menos fiereza que un oso o que nade mucho peor que un pez, porque si el rencor o la codicia se le despierta o, simplemente, se le mete entre ceja y ceja, no importa cuántas rayas tenga el tigre o cuán larga sea la melena del león, qué tan grande sea el oso o cuán fuerte ruja el dragón, qué tan alto vuele el águila, qué tan profundo se sumerja el pez o cuán hondo se entierre el insecto, y ya puede el bicho o los bichos en cuestión ir encomendándose a Dios y encargando misereres».
La inteligencia usa la estrategia para alcanzar lo que sin ella no podría lograr. La meta que pretende, siempre es desconocida para aquel contra el que se usa, de modo que es lo inesperado más factible de ser esperado que aquello que uno potencialmente podría confiar en que se verificara cuando alguien usa una elaborada estrategia contra él. Y por aquí, precisamente, creo que va el asunto de Snowden, de forma parecida a como creo que va el asunto de Wikileaks. No es algo que afirme, sino que me barrunto por lo que apesta, entre otras cosas porque ni lo que han desvelado es algo tan terrible que pueda revertir el orden existente, ni las reacciones que han suscitado por parte de los supuestos «ofendidos», los EEUU, son lógicas, sino que es más parecido a una teatrera reacción alérgica o a una pésima interpretación que a una ley de causa y efecto.
Wikileaks, a pesar de que en cierta medida sus filtraciones han sido más o menos escandalosas, es difícil creer que su confidente, un soldadito imberbe de bajo rango, pudiera tener acceso a toda esa información. Quien sabe cómo funciona la Inteligencia de un Estado o un Ejército, sabe sobradamente que no es posible que un soldado de medio pelo tenga acceso a esas informaciones. Incluso siendo un hacker fuera de serie, lo más probable es que, creyendo que accediera a información privilegiada, lo hiciera a información «interesada». Es lo que se llama «Contrainteligencia». De modo que no, creo que se puede descartar la veracidad de ambos personajes y la bondad de sus pretendidas informaciones.
Mejor, en ambos casos creo que hay un insoportable tufo a caballos de Troya. Ni Wikileaks ha descubierto la cuadratura del círculo para que ponga contra las cuerdas a EEUU y Gran Bretaña con todo el circo que tiene a su alrededor, ni es factible que Snowden —que significa literalmente «guarida o madriguera de nieve», y que podría traducirse como «nevera»—, un analista casi adolescente de medio pelo, pudiera burlar los filtros, controles y medidas de contención informáticas de las agencias de los servicios secretos más importantes, peligrosas y con mayores recursos del mundo. Caballos de Troya que tendrían un probable doble objetivo: dar a conocer públicamente lo que ya todo el mundo que debe conocerlo sabe, o bien entregar pequeñas dosis de verdad para colocar una enorme mentira, infiltrándose en las filas adversarias. Las posibilidades de esto último, es un abanico enorme de opciones que considerarían tanto entregar información envenenada entre otra veraz, facilitar su infiltración como agente doble, facilitar que los soplones o topos se le delaten, entrar en organizaciones enemigas —servicios secretos, países que le asilen, etc.—como un verdadero caballo de Troya, y un larguísimo etcétera de ventajas adicionales.
La información es útil en ciertos momentos, y en otros carece de valor de ninguna clase. Aunque «oficialmente» todavía se sostenga por parte de los políticos y los medios de comunicación de masas —«sus» medios— que la verdad del 11S, 11M, 23F, las Guerras de los Golfos, Afganistán, Siria o la Primavera Árabe es esta y no la otra, todos los que deben saberlo o han querido hacerlo, están al tanto de quiénes organizaron cada uno de esos sucesos, qué intereses los movieron y adónde condujeron exactamente. Los únicos que lo ignoran son quienes ni siquiera se han interesado por estos asuntos, de modo que tanto da que sepan la verdad «extraoficial» a través de Wikileaks o de Snowden, porque seguirán en su Babia particular y no les servirá de nada en absoluto.
Por poner un ejemplo, de nada sirvieron los cables filtrados por Wikileaks respecto de cómo se manipula la Justicia en España y cómo se mueven las obediencias gubernamentales al Imperio, y ni nadie se indignó por lo sucedido en el caso Couso, ni nadie se rasgó las vestiduras porque presidentes, ministros, fiscales generales y partidos políticos se arrodillaran ante el embajador de los EEUU y obedecieran ciegamente los mandados del correveydile del emperador de la paz, Obama, Bush o el Bilderberg de turno. De nada sirvió absolutamente, a no ser para hacer algunos chascarrillos sobre le endeblez del poder e independencia nacional a nivel de corrillo de amiguetes, o para burlarse de tal ministro o de tal pesidentillo, siendo que a la vez consagraban como aliado a Wikileaks.
Snowden, parece ser, según algunas fuentes interesadas, que tiene pruebas documentales de que los EEUU espían a los ciudadanos del mundo e incluso a los gobiernos aliados. Además, según se dice cuenta con una nutrida información sensible acerca de asuntos tales como quiénes organizaron el 11S, ciertos detalles sobre otros espinosos asuntos de Estado y hasta con información privilegiada sobre contactos con extraterrestres y tal. ¡Joder con las noticias! Los servicios secretos de los países aliados saben sobradamente que son espiados, entre otras cosas porque están sometidos incluso al control de los servicios secretos de los EEUU, que son sus amos, y para ello no tienen más que recordar que en España fue la CIA —y hay agencias en EEUU por encima de esta y que incluso espían a la CIA— la que nos montó los sistemas de comunicación sensible, así como nuestro armamento más sofisticado es de los EEUU, razón por la cual cualquier cosa que se haga con ellos enseguida envían una señal informando a sus amos de qué estamos haciendo con él. Nada nuevo bajo el sol, vaya.
El juego de la inteligencia de Estado, tiene mucho que ver con los juegos de mesa mentirosos como el mus o el de las mentiras. O se tiene un mapa de la verdad, o cualquiera que no conozca el juego solamente puede participar para perder, porque es muy embrollado. Fíjense, por ejemplo en la cosa de los OVNIS y sus modelos, que cambian cada temporada más que los de los coches, como si en las confederaciones intergalácticas no dejaran de innovar de una temporada para otra con mil modelos de platillos volantes, a cual más utilitario, moderno y avanzado. Auténticas escuderías de mil fabricantes, vaya. ¿De risa? Pues claro que sí, como de risa es lo de los círculos de las cosechas —cropcircles—, en los que los supuestos mensajes de los extraterrestres en ningún caso nos enseñan o informan de nada que no sepamos ya, como si hubiéramos alcanzado el pináculo supremo del conocimiento. Y, mientras, sesudos «investigadores de pinpón» se quiebran el seso con cálculos complejísimos para descubrir que 2+2=4. Solamente por desencantarles un poco, les recuerdo a estos «sesudos investigadores» que dentro de la operación Paper Clip, verbigracia, los EEUU proyectaron desde un submarino sobre la bahía de La Habana una imagen holográfica de la Virgen María, con la consiguiente perplejidad mística de los muy comunistas cubanos súbditos de don Fidel. Por supuesto, se pueden hacer los círculos de las cosechas en los campos ingleses sin moverse… de Alaska, por ejemplo.
No todo lo que no se comprende a la primera es un misterio paranormal que debe tener su espacio en Cuarto Milenio y otros engañabobos semejantes, sino que a veces es un misterio nada más que para los a-normales que se empeñan en —o les conviene— ver ángeles y demonios, espíritus o marcianitos verdes (o grises) donde no hay sino ignorancia en bruto, o nada más que desconocimiento.
La información y sus necesidades para la supervivencia de los Estados, se han ido haciendo cada vez más complejas a medida que las mismas sociedades se han ido haciendo más numerosas y difíciles de controlar. Se necesitan tener agentes de información dentro de los núcleos sensibles de los potenciales adversarios, y para que los admitan en sus sancta sanctórums es preciso convencerles de sus bondades o conveniencias… proporcionándoles alguna verdad «sensible» o escandalosa. El morbo ciega muchas inteligencias porque el hombre, después de todo, sigue siendo una bestia muy primaria, y con ciertas dosis de esto y de lo otro, es más que probable que los enemigos tomen a esos caballos que ha dejado el sitiador en su aparente retirada, los metan en sus Troyas, y, cuando duerman el sueño de los creídos vencedores, sean destruidos desde el interior de sus propios muros. Después de todo, tanto la Odisea como la Eneida siguen siendo textos muy estudiados en las escuelas de estrategia.
Personajes guapetes como trásfugas es algo muy bien recibido —técnica empleada por los elders mormones para captar devotos—, porque la guapura tiene su valor en esta sociedad estulta y trivial que habitamos; pero si además se considera que Wikileaks tiene el mismo valor que wee-ky-leaks (poquito-Kentucky (sede los Servicios Secretos en Lexington)-goteo, o lo que es lo mismo «leve goteo de los servicios secretos, y que Snowden tiene el equivalente de «nevera», o lo que vale lo mismo de «noticias frescas», todo ello unido a que la información que facilitan ya es sobradamente aceptada por todos los pensantes, no es difícil concluir que tienen mucho más de caballos de Troya que de informadores veraces. Algo elemental, pero no conviene olvidar que es inteligencia norteamericana, que no es que sea muy evolucionada, precisamente.
El mayor éxito de Wikileaks, más allá de poner al descubierto el tejemaneje que todos sabíamos sin pruebas que se traían bajo cuerda los EEUU con sus gobiernos súbditos, fue el exitazo de publicar el video de cómo los chicos del Army se cargaban en un porque sí a un puñado de iraquíes, cuando todos sabemos que ese puñado no fueron diez o doce personas inocentes únicamente, sino cientos de miles de ellos, consiguiendo acaso atenuar la barbarie más que hacerla pública, y acallando a la vez que hoy la guerra allí se ha privatizado con mercenarios para seguir aprovechando los petróleos y todo eso. Y en cuanto a la «nevera» de Snowden, francamente, que nos venga ahora con que quien mató a Kennedy fueron los servicios secretos por órdenes de los trust petrolíferos de Texas, que los servicios secretos norteamericanos espían incluso a sus socios o que 11S, 11M, 23F y muchas barbaries más fueron operaciones secretas para conseguir lo que lograron, no deja de tener su gracia porque, de frescas, esas noticias no tienen absolutamente nada.
Otra cosa, claro, es que tengamos que callarnos porque no podemos hacer nada contra ellos y sabemos que no van a juzagarlos jamás por sus crímenes…, a no ser queramos entrar en listas negras y todo eso, como ya lo estamos muchos; pero de que son caballos de Troya, no tengan la menor duda. No salió muy allá lo de Wikileaks, y la cosa quedó en un punto muerto, y no han tenido más remedio que inventarse otro caso de corte semejante, aunque ahora parece ser que llamado Snowden o nevera. Mal harán los troyanos en meter estas ofrendas de los asediadores en sus ciudades u organizaciones: los Odiseos que van en el interior de los caballos de Troya llevan consigo a lo más selecto de los carniceros de los servicios secretos.
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