La historia de la Copa de Europa carece de valor sin su presencia. Dos clubes históricos, con auténtica solera competitiva y ganadora: 16 trofeos alzados entre ambos. Real Madrid contra Maccabi, el cruce con más enfrentamientos: 59 encuentros (36-23 de balance favorable a los blancos). Y como en esas antañas ocasiones, cita crucial hacia el triunfo. El Real Madrid porque jugaba en casa antes de su desafío como visitante (vista consecutivamente a Zalgiris, Anadolu Efes y Bayern); el Maccabi porque necesitaba estrenar su casillero en un curso de absoluta renovación deportiva en su enésimo intento de recuperar un rumbo ganador: desde 2014 (última conquista europea) ni una simple clasificación a los cruces previos a la Final Four. Y como guiño a esa historia con mayúsculas ambos equipos ofrecieron un encuentro de altura, y decidido a dos segundos del final por un triple de Carroll, el héroe del Real Madrid.
Madrid era una plaza de renombre en donde mostrar esa baraja de reconocidas adquisiciones: Dorsey; Bryant (15 puntos); Wolters; Acy; Hunter y, por supuesto, Casspi. También de comprobar el talento del imberbe Avdija. El primero no estuvo debido a problemas estomacales; el segundo tuvo una participación muy testimonial. Quienes sí tuvieron más minutos mantuvieron un buen tono competitivo. Y se descubrió a Dibartolomeo (15 puntos) y Wilbekin (22 puntos). También se evidenció que el técnico heleno Sfairopoulos (subcampeón del torneo con Olympiacos tras caer ante el Real Madrid) está trabajando en el buen camino para enhebrar un equipo coral. De momento, el talento individual, el físico y la dureza defensiva están en un nivel avanzado. Ello hizo que el Real Madrid apenas encontrara su habitual ritmo durante el primer cuarto (22-22).
Durante este tiempo, las canastas fueron consecuencia de un laborioso trabajo de paciencia y resistencia física. Y de acierto en el perímetro (4 aciertos de 7 intentos) compensando un errático 30% en tiros de dos. Una manera de subsistir al empuje anotador de Wilbekin (8 puntos), principal beneficiario de una blanda defensa del Real Madrid. Hubo inusuales desajustes. Pese a todo, y en mitad del intercambio de canastas, los blancos disfrutaron de la mayor renta (20-15). No supuso el despegue, como tampoco sucedió hacia el ecuador del segundo cuarto: 40-32. Fueron los momentos de Mickey (12 puntos, 8 rebotes; y acabó con 16 puntos y 11 rebotes y 30 de valoración), espléndido en ataque e intimidador en defensa. Y de acciones de Carroll y Llull en la anotación. Los mejores momentos del Real Madrid. Todo quedó en otro intento, era una tarde de altibajos, debido a Bryant (12 puntos del tirón) y la ayuda de Wilbekin. El Maccabi alcanzó el descanso con vida, siendo competitivo.
Duelo entre Carroll y Wilbekin
Demostraron al Real Madrid que debería emplearse con todas sus revoluciones. Cuatro minutos después del descanso, el Maccabi gobernaba el marcador, el tiempo y el juego: del 50-44 a un 50-56 (con parcial de 3-12). El Real Madrid estaba tan atascado en ataque como amigo en defensa, muy blandos en la zona. En situaciones incómodas es tiempo de salvadores. De Randolph, con 5 puntos de oxígeno mezcla de garra y talento. Y entre Taylor y Campazzo (7 puntos en el cuarto), restituyeron el panorama (61-58). Se salvó una crisis; y se constató que era un Real Madrid, nuevamente, inestable: defensa escasa y sin fluidez ofensiva (15 puntos en el tercer cuarto). Quedaba jugarse el encuentro en el cuarto de desenlace (65-65).
A esas sensaciones inestables (sin velocidad de juego, sin porcentajes y defensa condescendiente) se sumaba que el Maccabi empezaba a creer en sus opciones. Estaban de dulce. Del físico y dureza del comienzo se habían transformado en un bloque muy bien conjuntado. Ganase o perdiese, dejarían una notable imagen de proyecto interesante. A cinco minutos del cierre, se mantenía el equilibrio (72-72). Dos minutos después, el mismo panorama (77-77), con un Real Madrid sudando sus puntos (mención al aporte de Deck). De un esfuerzo sobrehumano. El Maccabi se dejaba guiar por su guía espiritual, el base Wilbekin. Estaba muy inspirado. Como el suspense. Quiso su protagonismo. El clásico se adentró en el minuto decisivo con un empate absoluto (81-81). Y más intriga. Ni Wilbekin ni Mickey erraron desde el tiro libre (83-83). Restaban 27 segundos. Wilbekin demostró que sabe templar los nervios y puso más ardor: 83-85. Pero chocó con Carroll (14 puntos. El francotirador acudió puntual a su cita. Anotó su triple, con facilidad a dos segundos del final, con esa mano que tanto enamora en Madrid. Y el Palacio saltó con Carroll. Y el Real Madrid doblegó a un notable Maccabi con Carroll vestido de héroe.
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