La deportación de la adolescente Leonarda Dibrani define la degeneración del modelo social europeo. El ascenso democrático de la ultraderecha en los estados miembros confirma este hecho.
Leonarda Dibrani.
Qué sintió Leonarda. En un primer momento la desconcertante situación debió de inquietarla grandemente, -¿Qué es lo que pasa..?-. Quién, en el mejor de los casos, espera algo como lo sucedido -¿Por qué..?- La estupefacción se extendería entre sus compañeros y profesores refrenando su reacción ante tamaña y brusca indignidad: la policía deteniendo a una alumna. La seguridad del estado interviniendo en el ámbito educativo sin mayores cortapisas. Más tarde, la congoja y la incomprensión aparecerían en su semblante. Los labios se le empequeñecerían y la expresión de su rostro indicaría el temor por lo imprevisto y desconocido, la ansiedad por saber de su familia y la pena por no continuar el viaje como el resto de su clase. Se sentiría solísima y tristísima.
La adolescente se encontraba en el interior del autobús, a punto de iniciar la excursión escolar. Fue el momento elegido para el abordaje y la detención. Las fuerzas de seguridad del estado francés mostraron su exquisita sensibilidad y oportunismo. Haciendo gala del peor estilo para ejecutar el mandato de expulsión del país que, hasta ese momento y durante los cuatro últimos años, había sido su hogar. Apenas quince años de edad para sufrir la segunda expulsión. La primera fue en Italia, su país de nacimiento. La diáspora de los afligidos sigue cruzando las fronteras que les niega Europa, que constriñe el derecho a la libre circulación. Los límites fronterizos son como papel de lija: bastos y groseros. La pobreza no abre las puertas. Sus huesudos nudillos tocan la puerta que no se entornará, por más que insista. Europa se ha convertido en una quimera. Desalentadora metáfora de un bien común hecho trizas.
Leonarda.
Blas de Otero reflexionaba poeticamente sobre el absurdo mundo en el que se erigen las barreras de exclusión y marginación "Quién fuera pato / para nadar, nadar por todo el mundo, / pato para viajar sin pasaporte / y repasar, pasar, pasar fronteras, / como quien pasa el rato". El poeta vasco hace del ave palmípeda el símbolo de la libertad y le transfiere la cualidad de no reconocer, de obviar las fronteras, "Permitidme, Dios mío, que se pato / ¿Para qué tanto lío, / tanto papel, / ni tanta pamplina / Pato".
El presidente francés, en una sorpresiva propuesta tras materializarse la expulsión a Kosovo, invita a Leonarda a regresar para continuar sus estudios. Eso sí, siempre y cuando lo haga sola. El núcleo familiar quedaría destrozado. La niña ha respondido al cinismo institucional desde el sentido común, y niega esa posibilidad. Más aún, le cuestiona al presidente por su piedad. Apuntar otros detalles de cualquier índole sobre este suceso, supone denotar la cruel e injusta diferencia. El ser humano es uno sólo. No existen las diferencias. Las costumbres culturales y sociales determinan aspectos importantes, pero sólo eso. Las raciales no se entienden cuando miramos los ojos de quien nos habla o a quien nos dirigimos. El estado galo entroniza como lema de su república tres ideales forjados en la Revolución francesa: Libertad, igualdad y fraternidad. Leonarda ha sido privada de su libertad, ha dejado de ser igual a cualquier joven tras su deportación y la fraternidad la ha recibido, exclusivamente, de la comunidad escolar francesa. La grandilocuencia del eslogan patrio contrasta con el ascenso del partido Frente Nacional. La deserción social de la izquierda y derecha republicana han cimentado su trayectoria, que cumple este año el trigésimo aniversario tras su fundación en 1983. Sus planteamientos sobre seguridad e inmigración han ido tomando auge. Mal presagio para los nuevos tiempos que esperan a la Unión Europea, que se desdice paulatina y desgraciadamente de su modelo social, en la fuerza incontestable de los hechos de los propios estados miembros.
Políticos. Demócratas por más señas. Antes de la riada, existían. Ahora aparecen sobre el barro. Chapoteando. Como personajes podrían evocar la novela ‘Cañas y barro’ del valenciano Blasco Ibáñez en la Albufera. Y merecerían afecto. Pero son personas, en democracia y ante la riada, responsables. No son unas personas extraordinarias, ni siquiera las mejores.
El envejecimiento de la población en nuestro país es una realidad. Según los últimos informes del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), para 2050 las personas mayores de 60 años representarán más de un tercio de la población total del país. Este escenario nos plantea importantes desafíos como sociedad, especialmente en lo que respecta a garantizar una buena calidad de vida para nuestros adultos mayores.
El triunfo de Donald Trump colocó al Viejo Continente en un tenso compás de espera silencioso e incierto. Resuenan las palabras que escribiera Friedrich Nietzsche cuando nos hablara del nihilismo: “un fantasma recorre Europa…”, y este “nihilismo” entendido como una “transvaloración de todos los valores” puede que tenga efectos globales.