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La democracia directa: un cambio de rumbo

Es la expresión auténtica de la soberanía del pueblo
Cude
viernes, 15 de noviembre de 2013, 09:18 h (CET)
En la democracia representativa es poco probable que se regulen determinados temas, a pesar del interés de la ciudadanía. Estos temas son los que afectan de forma negativa a los intereses de los miembros del gobierno, diputados u otros políticos. Por ejemplo, legislar para recortar el número de diputados o el sueldo de éstos es bastante difícil, o como mínimo se deben producir unas grandes tensiones sociales para que se produzcan cambios de este tipo.

Además, con la democracia representativa se debilitan o se distorsionan las ideas. Por ejemplo, yo como ciudadano voto a unas ideas mediante la elección de un partido político. Imaginemos que ese partido forma parte del poder ejecutivo, y por lo tanto, tiene una cierta facilidad para implantar esas ideas. No obstante, si no tiene mayoría absoluta tendrá que recibir soporte parlamentario, siendo necesario abrir procesos de negociación. En consecuencia, tendrán que renunciar a muchas ideas. Además, el partido tendrá que ceder ante propuestas de la mayoría de grupos parlamentarios en el trabajo de comisiones, ya que en futuras leyes puede necesitar el apoyo parlamentario de otros grupos. En definitiva, las ideas propuestas desde un inicio por el partido escogido han sido enormemente debilitadas.

Por otro lado, la democracia directa es la expresión auténtica de la soberanía del pueblo, ya que la ciudadanía escoge o participa directamente sobre las cuestiones políticas pertinentes. De este modo, en ausencia de representantes e intermediarios, los ciudadanos pueden votar de forma vinculante sobre cada tema de interés político.

Asimismo, la democracia directa permite un aumento de fidelidad sobre las propias ideas de las personas. En este sentido, en la democracia representativa se tiene que votar todo el programa electoral de un partido político, teniendo en cuenta que quizás sólo se está conforme con un 60% de las ideas. En cambio, la democracia directa permite que los ciudadanos puedan expresar su opinión sobre cada tema específico, ya sea vía referéndum, asambleas u otros procedimientos.

También, la democracia directa permite ejercer un máximo control sobre la corrupción. Hay que tener en cuenta, que en la democracia representativa se han destapado una multitud de casos de corrupción. Esto no significa que este fenómeno sea inherente a este sistema, sino simplemente que hay una cierta facilidad para que surja. Además, en las democracias representativas los representantes pueden ser comprados para encubrir los casos de corrupción a cambio de futuros beneficios. Por lo tanto, la corrupción puede taparse como un simple cambio de favores.

En cambio, en las democracias directas no se puede comprar a toda la ciudadanía, teniendo en cuenta que a parte del rechazo generalizado de los casos de corrupción, aún aumentaría más ese rechazo si se intentara tapar un hecho como este. En definitiva, en una democracia directa los ciudadanos tendrían la opción de rechazar todo acto de corrupción mediante procedimientos, como la votación directa.

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