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La seguridad ciudadana, a los pies de los caballos

El gobierno prefiere decenas de policías heridos a pedradas y puñaladas y el pisoteo de la Ley y el orden público antes que ser tachado de “duro” por parte de la izquierda
Almudena Negro
lunes, 31 de marzo de 2014, 06:30 h (CET)
A los pies de los caballos dejó el ministro del Interior, Fernández Díaz, a los policías antidisturbios encargados de contener a unos manifestantes extremadamente violentos, cosa que se sabía por adelantado, empeñados en poner un muerto encima de la mesa. Resistencia Galega, esos herederos enloquecidos del grupo terrorista gallego Exército do Pobo Galego, así como movimientos proetarras, lo mejor de cada casa, estaban detrás de un fin de semana que apesta a cloaca. Manifestantes descerebrados, lean la magnífica entrevista del periodista José María Olmo en El Confidencial a uno de los violentos que estuvieron, según él mismo confiesa, “en primera línea”, que se dicen antisistema. En realidad son un subproducto de la LOGSE: defienden todas las estupideces, sustitutivas de la ideología que cayó junto al Muro de Berlín, que se insertan en las mentes de los escolares españoles por obra y gracia de un sistema educativo ideado para, según dijo el socialista ministro Maravall en los ochenta, “secuestrar el alma de los niños”. Qué gran éxito, visto en qué se han convertido escuelas y universidades, antaño cosa seria.

Y es que el gobierno socialdemócrata del PP, para gran enfado de buena parte de su electorado, parece preferir decenas de policías heridos a pedradas y puñaladas y el pisoteo de la Ley y el orden público antes que ser tachado de “duro” por parte de la izquierda. Esa izquierda que cree que la lucha armada está legitimada y esa otra izquierda que, acomplejada ante ésta otra, busca la equidistancia entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y los terroristas. Una izquierda en absoluto homologable a la europea y que, a diferencia de la derecha, aún no ha hecho su propia transición hacia comportamientos civilizados.

El espectáculo al cual asistimos la semana pasada, que ha acabado en bronca entre los aspirantes a los sillones madrileños con la excusa del manifestódromo en que se ha convertido la capital, menudos “estadistas” están hechos todos ellos, no sólo es bochornoso. Resulta muy preocupante que, cuando la izquierda más violenta parece empeñada en volver a lo peor de su historia, recurriendo a la violencia callejera y el amedrentamiento de quien piensa diferente, sea un gobierno de derechas el que lo permita. Como si no hubieran aprendido nada de las algaradas del Nunca Mais y el No a la Guerra, claro anticipo de la agitación que sacudió nuestras calles y plazas entre el 11 y el 14 de marzo de 2004.

Luego dirán que esto no es Venezuela. Pero va camino de ello. Con el beneplácito del aún ministro del Interior, Fernández Díaz, empeñado en hacer bueno a Alfredo Pérez Rubalcaba.

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