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En defensa de Barack Obama (hasta cierto punto)

Su único talento, la capacidad de cautivar
Mark W. Hendrickson
lunes, 23 de junio de 2014, 07:44 h (CET)
Esta tribuna supone un cambio importante de tercio en mi caso, puesto que vengo siendo uno de los críticos más tenaces del Presidente Obama. Todas mis críticas, no obstante, han sido vertidas hacia sus políticas y hacía la ideología que las sustenta. Sigo siendo firmemente contrario a ellas, a causa de mi convicción de que resultan nocivas para nuestro país. Es de un ataque personal al Presidente del que me gustaría salir en su defensa.

A principios de este año, recibí uno de esos correos electrónicos cadena que llegan a un sinnúmero de personas. El correo electrónico, que lleva por encabezado "Un chaval de nombre Stanley”, pretende documentar una serie de experiencias psicológicamente traumáticas que habrían sufrido Stanley Dunham (el abuelo materno de Obama), Stanley Ann Dunham (su madre, bautizada “Stanley” porque su padre quería un niño) y el propio Presidente. Tras narrar los presuntos hechos, el redactor afirma lo siguiente bajo el epígrafe "Conclusión/ diagnóstico”: “Barack Obama es el producto de generaciones de grave disfunción psicológica… Ello es la razón de que el propio Obama sea tan altivo, tan vano, tan insensible, tan susceptible, tan falso, tan inmoral… [etc.]”. Vaya. Este correo recuerda al aforismo del escritor de canciones Paul Simon en “The Boxer”: “Un hombre oye lo que quiere oír y desecha el resto”. En otras palabras, es probable que los detractores de Barack Obama se crean el correo electrónico mientras sus partidarios los desprecien.

Tan firmes como son las diferencias que mantengo con este Presidente en materia legislativa, el ataque personal del correo electrónico se me antoja antiético. No seré yo quien ponga en tela de juicio la afirmación de que Obama miente con frecuencia (hasta el Washington Post le ha puesto "cuatro Pinochos" en multitud de ocasiones) o que se tenga en estima demasiado elevada. En cuanto a los presuntos incidentes relacionados con la familia de Obama, parecen plausibles, sin entrar a avalarlos ni a refutarlos. ¿Pero cómo puede afirmar de forma tajante un escritor anónimo que esos hechos provocaron daños psicológicos que a su vez hacen que Obama actúe como actúa, caso de que llegaran a acaecer?

Mi opinión es que los conservadores no pintan nada a la hora de reenviar tales materiales — aunque soy creyente incondicional del derecho de usted a hacerlo si lo desea, amparado en la Primera Enmienda. Tengo al menos cuatro motivos en mi postura: 1) Se vulnera la Regla del Prójimo. Ninguno de nosotros querríamos que unos extraños fueran por ahí diagnosticándonos psicológicamente. 2) Que un psicólogo profesional se haga una idea precisa de la mente del paciente aun después de múltiples consultas es bastante difícil de por sí. Que los profanos se pongan a diagnosticar a alguien con el que nunca se han entrevistado es simple pretensión. 3) Recuerdo hacer la crítica de una biografía de Ronald Reagan que había escrito un joven historiador durante la década de los 80, en la que el autor hacia un perfil psicológico detallado del Presidente a pesar de no conocerle en persona ni ser psicólogo profesional. Me pareció chabacano, injusto e inmoral. Si tal negligencia está fuera de lugar cuando se imputa a un Presidente conservador, está mal en la misma medida cuando se tiene en la mira a un Presidente progresista. 4) Presumir que alguien está psicológicamente desequilibrado era la técnica predilecta de los comunistas soviéticos a la hora de desacreditar y atacar la imagen de sus enemigos. Me gustaría pensar que los conservadores estadounidenses tienen una catadura moral más elevada que los comunistas.

Compartí el correo electrónico de Obama con un colega psicólogo profesional. Su respuesta rezaba: "No le doy ninguna credibilidad. Incluso si los hechos fueran totalmente fidedignos, el hecho de que Obama se haya realizado como lo ha hecho indica que la historia personal no es ningún destino”. Para mí, esta respuesta es satisfactoria en un sentido y profundamente insatisfactoria en otro. Por la parte positiva, es importante que todos nosotros nos demos cuenta de que los seres humanos pueden trascender y superar vivencias traumáticas — que las experiencias sensibles a veces nos hacen más fuertes y mejores en lugar de desequilibrarnos y sentenciarnos.

Donde la respuesta de mi colega me sorprende es en su supuesto de que Obama se siente "realizado”. Los logros de un Presidente — a diferencia de su presunta salud mental — son motivo legítimo de crítica, puesto que valoramos hechos objetivos, no juicios subjetivos.

Yo no veo a Obama un sujeto realizado. Antes de su presidencia, no manifestó ninguno del amplio abanico de conocimientos que normalmente damos por descontados en nuestros Presidentes. De hecho, apoyándome en sus trabajos publicados, el único terreno de su conocimiento es él mismo — e incluso aquellas dos autobiografías contenían imprecisiones de bulto. Su único talento reseñable es su capacidad de cautivar a la gente con una extasiante retórica. Es el personaje más engañoso de los líderes de pronunciamientos irresponsables que han aparecido.

Como Presidente, sus únicos "motivos de realización" pertenecen a la cepa nociva. Incluyen la contracción de la influencia y la posición de América en el mundo; reducir a escombros nuestro sistema de salud pública; hacer que más millones de personas dependan del Estado; reducir la riqueza, el patrimonio neto y el estándar de vida de millones de estadounidenses de clase media; presidir una cifra récord de estadounidenses que dejan de buscar trabajo; y cargar un lastre de siete u ocho billones de dólares (y contando) en deuda pública adicional a los jóvenes de nuestro país.

Será una jornada afortunada para este país el día en que Barack Obama abandone la Casa Blanca. Hasta que se marche, sin embargo, abstengámonos de verter virulentas críticas de supuesto desequilibrio mental en su contra o en la de cualquier otro hijo de vecino. Cuestionemos sus ideas, opongámonos a sus nocivas iniciativas legislativas y luchemos por convencer a nuestros compatriotas de que el estilo de vida americano tradicional es mejor que la visión ultraizquierdista para América de Barack Obama. Esas tareas son más que suficiente a la hora de tenernos ocupados en la lucha por el futuro de nuestro país. No perdamos un tiempo precioso en elucubrar o hacer conjeturas destructivas.

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