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El Primero de Mayo es desde hace mucho tiempo una jornada de protesta en Estados Unidos, y este año no ha sido la excepción. En todo el país se han celebrado manifestaciones para protestar contra el presidente Donald Trump y sus ataques hacia el sistema de seguridad social, los inmigrantes, las personas de color y la comunidad LGBTQ, entre otros.
El hambre y la falta de acceso al agua, la pobreza estructural, las situaciones de precariedad sanitaria o entornos de vida insalubres, son en muchos lugares del mundo, y en especial en grandes zonas de África, Asia y Sudamérica, el denominador común para los miembros de esa humanidad sobre la que el Artículo 1 de la Declaración dice que todos los humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos.
El cónclave que se iniciará el 7 de mayo, se ha convertido en una campaña electoral al uso, tratando inútilmente de influir en los 133 cardenales electores. Están ocurriendo en España y en el mundo sucesos tan relevantes y vertiginosos, que para quienes nos dedicamos a opinar sobre los mismos se convierten por su gravedad y trascendencia en algo más que un entretenimiento o un ejercicio intelectual.
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