Cuenta la historia que bajo Marco Aurelio, su corregente Lucio Vero debió firmar la paz en Oriente debido al azote de una extraña peste que diezmó sus tropas y acabó con su propia vida.
La conocida como Peste antonina, demostró así que una pandemia es capaz de cambiar la historia de los hombres, y debilitar a un imperio en su mejor momento. El imperio romano vivía su mejor época cuando la plaga de galeno ensombreció sus horizontes hacia fines del segundo siglo.
Décadas más tarde, la peste cipriana amenazó tanto la integridad como la dinámica imperial, demostrando que las fronteras eran una creación humana difícil de perpetuarse en el tiempo.
La extensión de sus carreteras y caminos, y las rutas comerciales gestadas a medida que crecía el territorio bajo el poder de Roma, favorecieron la difusión de las enfermedades.
Fue también el inicio del auge de usurpadores, que ocuparon tronos solo para fragmentar un poder anunciando su inexorable derrumbe.
Según Kyle Harper, las pestes sumadas al descuido del medio ambiente y deficiente higiene que marcó a los romanos fueron más eficaces que las invasiones bárbaras para tumbar al imperio de occidente.
En el siglo VI, cuando ya solo quedaba en pie el imperio romano de oriente, Justiniano estuvo a punto de volver a revivir al de occidente luego de imponerse en el norte de Africa. Asistido por eficaces jefes militares como su famoso general Belisario, puso sus ojos en Italia.
Las tropas de Constantinopla desembarcaron en el sur de la península y fueron recuperando territorio hacia el norte despertando grandes esperanzas de recuperar el otrora imperio de occidente, ya en manos bárbaras.
Fue cuando emergió por primera vez la peste bubónica, causando una gran mortandad en todo el imperio bizantino. Ni el emperador Justiniano se salvó, dicen las crónicas, aunque sí se contó entre los pocos privilegiados que logró salvar la vida.
Según el historiador Procopio de Cesarea, la peste justiniana “Empezó con los egipcios de la ciudad de Pelusium. Se dividió y parte fue a Alejandría y el resto de Egipto y otra parte fue a sus vecinos los palestinos y, desde allí, recorrió toda la Tierra”.
La pandemia derivó en un grave problema impositivo, pues no quedaban suficientes ciudadanos para sostener los gastos del imperio, situación agravada por un avance de los persas en Oriente.
El emperador Justiniano no renunció a cobrar impuestos, y en algunos casos obligó a sus súbditos incluso a pagar los de sus vecinos muertos. Sin duda, la difícil situación frustró el esfuerzo postrero de volver a conquistar occidente para los herederos del imperio romano.
Justiniano fue el último emperador de Oriente en usar como idioma el latín, así como también el último que intentó reconquistar occidente.
Su poder había cedido ante el imperio de las pandemias. LAW
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