Han sido muchos los pueblos que han pasado por la Península Ibérica desde la antigüedad, cada uno con su enseña identificativa, escudos, colores, formas varias etc. Fueron los árabes quienes introdujeron en la península la bandera tal como la conocemos, una tela fijada a un asta desde la que ondea perpendicularmente. Los colores y emblemas iban cambiando según las guerras ganadas, dinastías o monarquías que gobernase. Me ceñiré a los últimos tiempos y banderas.
Como los colores y formas causaban problemas de distinción en las contiendas en alta mar, el rey Carlos III, el 28 de Mayo de 1785, decidió adoptar unos colores fácilmente distinguibles en la lejanía. Antonio Valdés, a la sazón ministro de Marina, le presentó varios modelos de diseños y el rey escogió la forma y colores que conocemos hoy, siendo la reina Isabel II la que la consideró bandera nacional. Las diferentes banderas y estandartes de todos los cuerpos que componían los ejércitos se unificaron en el siglo XIX con el Decreto de 13 de octubre de 1843. Los escudos en su interior fueron cambiando según la monarquía reinante.
En círculos republicanos pensaron que esos colores eran el símbolo de la monarquía, y decidieron cambiar la franja roja inferior por el color morado. Cuando se proclamó la Segunda República se adoptó como bandera nacional. Al finalizar la guerra civil española se volvió de nuevo bicolor consolidándose el rojo y amarillo, existiendo cambios en los diferentes escudos.
Dejando a un lado la sucinta historia, que bien desarrollada daría para media docena de artículos, me voy a centrar en su significado.
La bandera no es un trapo de colores que se mueve al compas del viento, es algo más, es un distintivo externo de una corporación, partido político, una región autonómica, un país. Con ella aflora y se hace visible un sentimiento profundo, al poderla agitar, envolverse y/o acompañarla con un vocerío acorde a la situación que represente. Muchas personas han llorado delante de ella, se han estremecido, la han defendido hasta la muerte, considerando que lo hacían por aquello a lo que en ese momento estaba en juego.
En una nación hay múltiples banderas, de equipos deportivos, de ciudades, comunidades etc., pero solo una engloba y representa un país.
En todos los países del mundo sus ciudadanos sienten verdadero orgullo por sus símbolos representativos, himno y bandera, por sentirse identificados con sus costumbres y tradiciones y es que desde chiquitos en las escuelas se les enseña a respetar y a sentirse honrados y agradecidos de lo que representan.
Podrán discrepar políticamente, podrán tener diferencias educativas, distintas clases sociales etc., pero su himno y su bandera que no se le ocurra a nadie, y menos si es extranjero, la más mínima ofensa, ultraje o nada por el estilo porque hacen todos una piña y lo defienden a capa y espada. Esto es lo que normalmente ocurre en todos sitios, en todos, menos en España. Aquí suena el himno, lo pitan y no pasa nada, queman la bandera, y no pasa nada, la mancillan y ultrajan, y no solo no pasa nada, sino que se jactan de ello aquellos que lo realizan. Basándose en la libertad de expresión cometen todos los desafueros que se les antojan porque saben que no les va a pasar nada. En cualquier otro país, multa o cárcel según el agravio realizado.
¿Que nos está pasando? ¿Dónde quedó el honor y la dignidad del país? ¿Dónde están las normas y reglas sociales? ¿Por qué la libertad se ha vuelto libertinaje? ¿Por qué la justicia no toma cartas en el asunto? Un país en donde nunca se ponía el sol, de grandes e ilustres hombres que han dado su saber al mundo y su vida por su patria, ¿cómo hemos podido irnos degradando tanto hasta llegar a la situación en la que estamos? Creo que deberíamos tomar conciencia y reflexionar sobre este tema. Algunos políticos actuales se les llena la boca de memoria histórica, pero son precisamente los que han nacido en democracia, los que no han sufrido penalidades históricas y basados en la desinformación, el odio y el rencor bajo la capa del progresismo, el querer alcanzar dinero fácil y rápido, querer justificar un sinsentido político absurdo e irreal, están adocenando a una juventud sin horizontes, desilusionada, abúlica e irresponsable.
Si a esto añadimos la manipulación tanto interna como externa, porque las cosas no pasan por casualidad siempre hay una causa político/económica, una reconquista pacífica musulmana, ya tenemos millones conviviendo con nosotros y de segunda generación, la ausencia de valores en nuestra sociedad, la desestructuración de la familia y falta de natalidad y a eso sumamos la anestesia generalizada en la ciudadanía ya sea por comodidad, incultura e ignorancia o por miedo, pues tendremos los resultados que ya se están empezando a ver, una España dividida, sin libertad, empobrecida y sin norte.
¿Esto es lo que deseamos dejar a nuestros hijos, nietos y siguientes generaciones?
Pensemos, por favor, y hagamos algo para evitarlo.
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