Cierta o no, se cuenta una anécdota del maestro taurino Juan Belmonte sobre el rápido ascenso que tuvo en la política uno de sus banderilleros, Juan Miranda. Este había sido rehiletero suyo, es decir peón de su cuadrilla, y entró en política tras acabar la guerra civil, como era un tiralevitas, rápidamente llegó a ser Gobernador civil de Huelva.
La historieta narra que El maestro acudió con un amigo a cierto festival benéfico cuyo presidente era su antiguo banderillero. Este que había conocido cono simple peón del torero a la autoridad que presidía el acto, extrañado le preguntó A Belmont: “Don Juan, ¿es verdad que este señor gobernador ha sido banderillero suyo?”
El maestro, con su habitual laconismo la contestó: “Sí”.
El amigo insistió: ¿Y cómo se puede llegar de banderillero a gobernador tan rápidamente? A lo que respondió el torero con la tartamudez que le caracterizaba: “¿Po…po…po cómo va a ser? De…de…degenerando, de…de…degenerando”.
Esta anécdota viene como anillo al dedo para la actual situación crítica que padecemos. ¿Cómo hemos llegado a ser gobernados por estos políticos mediocres, veletas y sin criterio propio que cambian de parecer según la oportunidad del momento?
Esta ralea que antepone sus interés privados, en ocasiones antes que los de su partido y siempre eludiendo, cuando no despreciando, lo que nos conviene a los españoles que son por y para quienes gobiernan, hace que echemos de menos a los próceres que les precedieron y que notemos la falta, por ejemplo de Felipe Gonzáles, al que los humoristas Gallego y Rey le alargaban la nariz como si fuese Pinocho cada vez que mentía.
Repasar las falsedades y engaños con los que pretenden confundirnos estos gobernantes hace que caigamos, si no en una depresión, sí en una profunda desesperanza.
Nuestro, mal que nos pese, Presidente Pedro Sánchez padece una fijación enfermiza por la mentira. Hay quien dice que la política es “el arte de mentir bien”. Este hombre la ha elevado al grado sumo.
Pero no es solo él, sino todos sus correligionarios y componentes de Gobierno. Por no extendernos más, vamos a fijarnos en Fernando Simón y en su forma de comunicarnos lo que sucede con el coronavirus. Tiene en su haber el acto encomiable y casi heroico que protagonizó cuando se encontraba en Ntita al norte de Burundi, pero en su debe tenemos que anotar todas las mentiras, falacias y engaños que nos comunica cada vez que habla sobre la epidemia.
Enumerarlos todos sería un fastidio, pero sabemos que siempre que nos habla, su único propósito es confundirnos y enredarnos.
¿Cómo un hombre que ha realizado hechos dignos de elogio ha podido llegar a ser un mentiroso empedernido?
Juan Guerra da la respuesta: “Degenerando, degenerando”
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