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Etiquetas | La linterna de diógenes

Podemos y nuestro río revuelto

En vísperas de la “gran marcha”
Luis del Palacio
viernes, 30 de enero de 2015, 08:00 h (CET)
No sé si sera mucho esperar del sentido común, que las constantes cogidas en falta de los principales dirigentes de Podemos hagan reconsiderar a muchos ciudadanos su opinión sobre una agrupación política de la que nadie hablaba hace un año. Pero, sobre todo, lo más importante sería que cambiaran su intención de voto, que reinara la cordura y que esa frustración y ese deseo lógico de castigar a los dos principales partidos, ineptos y mentirosos, se refleje en una opción consecuente y práctica, fruto de la reflexión y no de una “vendetta”.

Que Podemos es un producto de marketing, y más concretamente del marketing televisivo, hay pocos hoy que lo duden. La demagogia populista de Pablo Iglesias y sus principales colaboradores ha sido aireada ad nauseam en tertulias programadas en horario de máxima audiencia, hasta el extremo en que resulta casi imposible encender la “caja tonta” sin que en un espacio de tiempo no superior a los treinta minutos aparezca el “Lenin español”, que ya no es Largo Caballero (¿quién se acuerda de este señor, salvo los historiadores?) sino el inefable Iglesias, al que sus progenitores destinaron desde la cuna a hacer “grandes cosas”, haciendo bueno una vez más aquello que afirmaba Unamuno: “ser es, en cierto modo, llamarse”.

Imagino la zozobra del conspicuo personaje cuando tuvo que recurrir al burdo truco de tratar de ridiculizar a su interlocutor –el periodista de El Mundo, Eduardo Inda- llamándolo “Don Pantuflo” cada vez que este trataba de acorralarlo con hechos que cuestionaban la honorabilidad de personajes, o más bien personajillos, de su propio partido. La Sexta Noche del pasado sábado fue el escenario de una de las intervenciones más torpes de Pablo Iglesias, acosado ya, antes casi de estrenarse, por casos de nepotismo, falsedad en historiales académicos e ingresos de dudoso origen que afectan a dos de sus más directos colaboradores: Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. (Por no hablar de su novia, Tania Sánchez, no acusada aún formalmente de prevaricación cuando fue concejal en el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, porque, oh, paradoja, no es miembro de Podemos sino de Izquierda Unida).

Con esos mimbres y otros que ya irán saliendo, ya lo verán, se va formando el pesebre en el que, como mansos corderos, van entrando uno a uno los futuros votantes de un partido radical que durante los últimos meses ha ido cambiando con la mayor naturalidad su discurso político. Su base electoral la forma el descontento, sí, pero también todos aquellos incautos que antes hubieran votado al PSOE o a IU. Y a ese desequilibrio de fuerzas ha contribuido sustancialmente la desastrosa situación interna de ambos partidos, representantes hasta ahora de una izquierda razonable.

Podemos necesita agitar las calles, provocar constantemente a los poderes fácticos. Cualquier desliz de las Fuerzas de Seguridad en la “gran marcha” convocada mañana en Madrid, contribuiría a hacerles ganar popularidad, lo que se traduciría en más votos. Quieren presentarse como los representantes del pueblo oprimido manifestándose pacíficamente frente al Palacio de Invierno.

Confiemos en que reine la cordura y no logren su propósito.

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Transcurren días de confusión, o así me lo parece, inmerso en la actual vorágine de dichos y hechos en la que se percibe, aunque pueda parecer lo contrario, un predominio del olvido sobre la memoria, pues se superponen pequeños y grandes olvidos (la magnitud, en cada caso, queda a cargo de cada cual). Pienso, en relación con ello, acerca de lo esencial y de lo accesorio. No es fácil discernir entre uno y otro.

Quizá haya sido siempre así, aunque ahora se note mayormente; de cualquier manera, si nos ponemos a observar cómo nos relacionamos, el desapego, la crispación e incluso el enfrentamiento, cobran un rango predominante e inquietante.

Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre una realidad que nos atraviesa a todos, pero no por igual: en el mundo contemporáneo, los mercados ocupan un lugar central en nuestras vidas, en tanto que no sólo determinan lo que compramos o vendemos, sino que también influyen en áreas fundamentales como la educación, la salud, la justicia e incluso las relaciones humanas.

 
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