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Cynthia Tarragó y el silencio cómplice del NarcoPeriodismo

Secando lágrimas de cocodrilo, muchos periodistas legitiman con su silencio cómplice candidaturas bajo fuertes sospechas de narco-financiación
Luis Agüero Wagner
miércoles, 11 de marzo de 2015, 14:53 h (CET)
Dijo la ex embajadora de Estados Unidos en Paraguay, Liliana Ayalde, según cables filtrados por Wikileaks, que en este país muchas veces se hace muy difícil saber donde se encuentra la verdad. Las apariencias engañan tanto que las palabras no solo pierden su significado original, sino que llegan a expresar exactamente lo opuesto.

Un tiempo atrás fue asesinado el periodista Pablo Medina en la indeterminada zona fronteriza entre Brasil y Paraguay, donde la presencia del hampa ha sido siempre más real objetiva que la del estado. Lo que siguió al crimen, curiosamente funcional al discurso de la prensa hegemónica contra la cárcel política, fue una nube de lamentos plañideros mezclados con titulares catástrofes y proclamas de inflamado anatema contra la “narcopolítica”, y el crimen en este caso desorganizado.

La memoria del monopolio mediático demostró, en un corto lapso, ser tan frágil como la consistencia moral y ética de los empresarios de la comunicación que la soportaban, y sus fieles servidores los periodistas.

En el mismo Senado de la Nación, se denunció a integrantes de la vecina cámara de diputados como defensores de conocidos narcos, entre ellos Jonathan Soligo. Por una casualidad demasiado casual, dos representantes del pueblo se relacionaban con el mismo jerarca del hampa.

Uno de ellos incluso defendió un proyecto para evitar la extradición de Narcos, y fue secundado por el marido de la actual diputada Cynthia Tarragó, habiendo sido con anterioridad compañeros de causa en la defensa del mismo capo mafioso.

Años atrás el esposo de Tarragó había cobrado notoriedad por una súbita preocupación en el tema de los derechos humanos en Paraguay, denunciando que los Antidrogas torturaban y maltrataban a Jonathan Wink Soligo, Ediney Jara De Oliveira y Antonio Ramos Crivelli. Todos ellos eran investigados por tráfico de drogas y otros delitos peores.

El mismo abogado y representante consorte, Pedro Wilson Marinoni, había sido apoderado del partido de gobierno para cuidar los votos que había comprado para su esposa, la diputada Tarragó. La compra de los votos había sido admitida por otro diputado, Dany Durand, quien reconoció al locutor Humberto Rubin, que Tarragó tuvo más votos que él solo porque gastó más dinero comprando cédulas de votantes.

Casi no hace falta acotar que los vínculos de Marinoni con el crimen organizado desataron todo tipo de comentarios acerca del dinero que, según Durand, se usó para que Tarragó gane su banca en la cámara de Diputados.

La Narco-novela se puso más interesante cuando Tarragó apareció vinculada a un proyecto que buscaba alcanzar la intendencia (alcaldía) de Asunción, capital de Paraguay. Algunos medios especularon que la postulación de Tarragó había perdido fuerza y no se concretaría, luego de los insistentes rumores de sus vínculos con la narcopolítica y la narcofinanciación.

Muchos operadores de la diputada ya se habían resignado a que el trabajo que realizarían en las internas coloradas en julio del presente año, se limitaría a fortalecer la lista de concejales de su sector, ya que la intendencia parecía descartada. Ello todavía más cuando Tarragó perdió el apoyo del influyente senador Julio César Velazquez, y se hizo evidente que en los sondeos aparecía y sigue apareciendo el diputado Oscar Tuma como favorito para la nominación.

Sin embargo, la promesa de una jugosa narcofinanciación superó, como sucede con frecuencia, toda lógica política. Tarragó terminó finalmente lanzando su candidatura en un deslucido y poco concurrido acto, donde el rostro desconcertado de quienes la apadrinaron lo decía todo.

Autoridades políticas que pidieron reserva de sus nombres, revelaron que la legisladora Tarragó tendría un fuerte respaldo económico y mediático de un sector del empresariado, siendo su principal aliado Antonio Vierci. Súbitamente, este nexo hizo cambiar de discurso al narco-periodismo y avalar con su silencio cómplice la candidatura de marras.

La “campaña” siguió “viento en popa”, aunque las encuestas revelan que la candidatura de Tarragó no prenderá, aunque sume a sus arcas las fortunas de Pablo Escobar Gaviria y el Chapo Guzmán. Sus mismos colegas dudan de su forzada postulación y mencionan como escollos sus fuertes controversias con las estrellas de televisión Milva Gauto y Yolanda Park.

Lo cierto es que los argumentos políticos en debate se parecen cada vez más al libreto de “Disparen sobre Broadway” escrito por Woody Allen. En aquel guión, un capo mafioso compra un teatro y contrata a los mejores actores de Broadway para que su amante protagonice un papel estelar en una obra teatral. La trama se complica cuando un matón que tiene a su cargo proteger a la “estrella”, interviene con sus opiniones en el libreto, siendo sus aportes muy apreciados por el elenco, hasta que él mismo nota que la mujer que debe proteger es la que arruina la obra.

Se ignora cuál será el desenlace del sainete, pero existe una incrédula expectativa por ver el salto de Tarragó de los chimes de farándula y programas escandalosos de TV a un cargo de primerísima responsabilidad como la intendencia de la capital. Todo ello de la mano de la narcopolítica y con el empujón del narcoperiodismo.

Es que como ya lo advirtió un sabio pensador: La fama es la errata del diario de la vida que no figura en el índice ni en el epílogo pero firma todas las páginas.

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