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Morbo, justicia e información

Wifredo Espina
sábado, 18 de abril de 2015, 00:21 h (CET)
Estamos en la sociedad del morbo. Incluso cuando buscamos justicia e información. Y parece que nadie reacciona contra esta lacra social.

Prima el morbo, sobre todo y por doquier. En la actuación de muchas instituciones, en la función de muchos medios de comunicación y en la curiosidad de mucha gente. Seguramente el morbo es el producto que más se consume y el más rentable.

Morbo es la satisfacción de los instintos primarios, en lugar de los más cultivados. Coloquialmente, es el atractivo que despierta una cosa que puede resultar desagradable, denigrante, cruel, prohibida o que va contra la moral establecida.

Cuando los órganos judiciales, policiales o administrativos encargados de lograr o impartir justicia y poner orden, crean situaciones que sobrepasan a esta función, rayando al exceso, a la venganza o a la conculcación de la dignidad de las personas, dan rienda suelta al morbo.

Cuando los medios de comunicación sobrevaloran la importancia, por exceso de presentación o repetición injustificada, de unos hechos antisociales, crueles, desagradables o reprobables, o remarcan sus aspectos menos éticos y estéticos, que no añaden ningún interés informativo, contribuyen al morbo con la palabra o la imagen.

En privado, se manifiesta abiertamente la repugnancia o rechazo ante estos comportamientos. En público, se hace más moderadamente, por temor a ser considerado poco liberal o restrictivo de la libertad de información. Es un error, la libertad es para informar de todo y lo más ampliamente posible, no para ofender, denigrar o machacar a alguien. No para crear o satisfacer el morbo.

Y la actuación de los órganos judiciales y de quienes de ellos dependen, también deben atenerse escrupulosamente a su función. Y no dar pábulo ni posibilidad al morbo de ningún tipo y en ninguna circunstancia.

Y las instituciones -profesionales o institucionales- encargadas de velar para que no se caiga en estas prácticas morbosas, debieran cumplir su función y no inhibirse. Y las élites sociales -intelectuales, pensadores, docentes, creadores de opinión- no pueden dimitir de su misión de denuncia y de orientación ètica y estètica: de mejora del nivel de los instintos de saber, de goce y de disfrute.

Conviene redimir a nuestra sociedad del consumismo del morbo.

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