Si la cadena pública se hubiera financiado, como sucedía antes de que los socialistas decidieran prescindir de la publicidad para sustituirla por ayudas estatales, comprendidas dentro de los PGE, y este procedimiento resultara rentable de modo que los resultados de cada ejercicio resultaran positivos, produciendo ganancias sin que fuera necesario detraer del dinero de los impuestos de los ciudadanos importantes cuantías para financiar al ente; quizá los ciudadanos podríamos contemplar con más pasividad los programas con los que se nos obsequia a la audiencia y el clientelismo que parece que impera en cuanto a determinadas productoras de programas que, ya desde hace tiempo, carecen de la calidad, el impacto, la categoría y la aceptación de una audiencia que, a pesar de las promesas del nuevo director de la cadena, señor José R. Diez, no han conseguido que los números azules hayan vuelto a los balances de la empresa pública.
Ahora, señores, resulta que es la falta de publicidad la que marca ¡la continua caída de la audiencia! Si los socialistas hicieron algo positivo fue eliminar del ente público la farragosa publicidad, que impedía ver cualquier programa sin que ello supusiera tener que aguantar un reguero inacabable de spots publicitarios, capaces de acabar con la paciencia del más pintado. Puede que, desde el punto de vista financiero, la publicidad fuera un gran remedio para evitar las pérdidas que, cada año, viene registrando la TV1, pero lo que es evidente es que, desde la óptica del espectador, el librarse de tan farragoso estorbo debiera de haber producido el efecto diametralmente contrario, aumentando de forma importante el número de televidentes que sintonizaran con la cadena estatal. No fue así, ni tampoco es cierto que haya desaparecido por completo la publicidad tal y como se empecinan en proclamar. De hecho, aparte de las promociones de los programas propios, cualquier evento o retrasmisión de cualquier tipo, especialmente las deportivas, sirven de excusa válida para, bajo el camuflaje de “promocionado” o “patrocinado”, pero con idénticos resultados publicitarios, se ingresan importantes cantidades en las arcas del ente que, cualquiera sabe el destino que reciben.
Si la audiencia sigue de capa caída, si los televidentes optan por otras cadenas privadas o los telediarios de la 1ª son los menos visualizados, tiene otras explicaciones que nada tienen que ver con la publicidad ya que, si se volviera a implantar tal sistema de financiación seguirían enquistados los vicios, el clientelismo, los promotores privilegiados y los presentadores mediocres y politizados, que hoy se han constituido en las verdaderas sanguijuelas que, junto a una plantilla excesiva, debida al enchufismo, son los verdaderos causantes de la decadencia de la TV1.
En el año 2014 el déficit registrado ascendió a 133 millones de euros. Una cifra que los españoles hemos tenido que aportar para que el Estado pueda cubrir la deuda sin que ello, desgraciadamente, comporte que se tomen medidas drásticas para evitar que, en años sucesivos, se repitan los números rojos. Parece imposible que el actual gobierno del PP no se haya percatado que tiene su caballo de Troya infiltrado dentro de la cadena pública, una V columna que, a través de los programas informativos, los de opinión y otros, aparentemente inocuos, pero que suponen una fuente de propagandas ideológicas, feministas y de apoyo a las izquierdas, sin que, la verdad sea dicha, se tomen muchas molestias para ocultar sus intenciones, tan seguros están de que nadie va a pedirles cuentas.
Si la señora Mariló Montero se ha convertido en un verdadero semillero de incidentes a causa de su incapacidad para mantener cerrada la boca en materias de las que nada sabe (que son muchas, por lo visto), una circunstancia que ya le ha creado varios problemas; sólo hace unos días volvió a meter la pata cuando hablo, con su temeridad característica, de un remedio infalible para la cura del cáncer: ¡oler limones! Esta vez han sido los socialistas los que han amenazado con llevar el tema al Congreso por estimar, con razón, que en estos temas hay que ser muy prudentes ya que hay gente que interpreta lo que se dice en televisión como “palabra de Papa” y existe el peligro de que se dejen arrastrar por opiniones semejantes, olvidándose de que hay dolencias muy graves con cuyo tratamiento no se puede jugar. Esta señora ya hace tiempo que se la debiera de haber sustituido y el programa que dirige suprimido o poniéndole al frente a alguien más capacitado que sepa limitarse a cumplir con su obligación sin sentirse la vedette insustituible, sin la cual el programa no podría subsistir.
Sin embargo, deberemos hablar de otro programa, el dirigido por la señora Inés Ballester, un programa donde todo son mujeres y que, en un principio, se inició tratando de temas varios, especialmente de cotilleo, pero que, a medida que fue adquiriendo popularidad, se le han ido subiendo los humos y parece que ahora ha encontrado el medio de promocionarlo, convirtiéndolo en una especie de Inquisición sólo que destinada, exclusivamente, a cargar contra el sexo masculino; para lo cual se ha provisto de una serie de feministas empecinadas en que los hombres estorban en este mundo que no pierden ocasión, con razón a sin ella, para lanzar sus más viperinas diatribas sobre los infelices que se atreven a asomar por las pantallas de su programa. Escritoras, abogadas, periodistas, vaticanistas y personajes femeninos de la jet, forman parte del equipo de la señora Ballester que, aunque con aspecto de “cándida doncella” tiene un incontenible afán de protagonismo que, en ocasiones, la hace acabar perdiéndose en sus propias palabras.
Forman, en conjunto, un foro donde la distinta vara de medir está en función del feminismo extremo de la mayoría de las tertulianas, a la par de una desmedida visión despreciativa, de prepotencia e intolerancia hacia los varones a los que, por principio, se los viene considerando los “malos” en cualquier cuestión en la que exista un litigio entre hombres y mujeres. El trato descortés, agresivo, intimidatorio y prepotente con que son tratados los varones en contraste con la comprensión, cariño, apoyo y simpatía con los que acogen a sus compañeras de sexo, es suficiente para irritar a cualquier persona objetiva, con sentido común y conocedora de que, en la vida, no se puede prejuzgar un caso sin conocer a fondo la versión de ambas partes.
No se puede darles la razón a unas delincuentes ya juzgadas que debían entrar en prisión, en cuyo caso todo fueron críticas hacia la Administración de Justicia, sin que tan siguiera quisieran conocer la opinión del fiscal o de la acusación particular; lo mismo que atacar de forma desconsideraba a un hombre que reclamaba la custodia de su hija, dando por supuesto que el culpable de la separación era él y, en este caso, por si fuera poco, se han estado desgañitando pidiendo escuchar a la parte contraria. Un espectáculo impresentable, un ejemplo de parcialidad y, aunque en el grupo hay abogadas, un ejercicio de temeridad evidente y un trato muy sui géneris de la legalidad vigente y de las normas procesales que, una cosa es hablar desde la impunidad de las cámaras y otra muy distinta es defender lo que se dice ante un tribunal de Justicia, donde deben enfrentarse a otros letrados y a jueces que son, en definitiva, a quienes les compete juzgar.
En todo caso un espectáculo que hiere la sensibilidad de cualquier persona conocedora de lo difícil que es juzgar, con tan pocos datos, la conducta de las personas y, menos, cuando juegan sentimientos íntimos y desencuentros de índole familiar. La Dirección de TV1, debiera tomar cartas en el asunto y, si no lo hace, la Dirección General de Radio y Televisión debiera ser quien tomara cartas en el asunto.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, se ve con indignación como se permite, desde un ente público, un ataque injustificado y parcial hacia una persona, presuntamente inocente, por parte de quien se atribuye un derecho que no tiene.
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