En 2020 la economía rusa se vio afectada por una combinación de los bajos precios del petróleo y el efecto negativo de los confinamientos sobre la demanda interna. Sin embargo, las medidas de aislamiento social fueron más breves y menos severas que en otros países, por lo que la contracción del PIB quedó limitada al 3,6%. Crédito y Caución espera que el repunte en 2021 sea igualmente modesto, limitado al 1,9%. La recuperación integral de la demanda interna se verá compensada por la reducción de los estímulos fiscales. La disminución de las prestaciones sociales y otras subvenciones a los hogares podría afectar al repunte del consumo privado, que se deterioró un 6,5% en 2020. La nueva oleada de la pandemia o la lentitud de la vacunación constituyen frenos añadidos al crecimiento. El Gobierno sigue aplicando una política fiscal prudente. Tras los superávits anuales de 2018 y 2019, el saldo fiscal se convirtió en un déficit del 5% en 2020, debido principalmente a los bajos precios del petróleo y a los estímulos fiscales relacionadas con la pandemia. La deuda pública aumentó del 14% del PIB en 2019 al 20%. A pesar de que es un nivel relativamente bajo, se espera que Moscú reduzca en gran medida sus estímulos fiscales en 2021, ya que prioriza la preservación de los amortiguadores fiscales como salvaguarda frente a shocks externos, como sanciones adicionales impuestas por la Unión Europea.
Crédito y Caución prevé que las exportaciones rusas aumenten alrededor de un 3% en 2021, tras una contracción del 4,8% el año pasado. El precio del petróleo estará por encima del nivel de equilibrio fiscal a largo plazo de Rusia, 45 dólares, lo que apoyará el repunte de la economía. Las exportaciones de petróleo y gas representan el 55% del total y cerca del 40% de los ingresos de la Administración. Sin embargo, Rusia sigue comprometida con los recortes de producción en el marco del acuerdo OPEP+.
Las debilidades estructurales afectan a las perspectivas de crecimiento sostenible de Rusia a medio plazo. Las sanciones internacionales reducirán las entradas de inversión extranjera directa en los próximos años. La reducción de la mano de obra, la dependencia de los sectores de recursos naturales, las deficiencias institucionales, el escaso crecimiento de la productividad y un entorno empresarial difícil seguirán frenando el crecimiento. Sobre el clima empresarial ruso pesa la incertidumbre sobre los derechos de propiedad, la fragilidad de las infraestructuras de transportes y la falta de competencia de los mercados de bienes y servicios. Ello constituye un factor de disuasión de las inversiones, muy necesarias para modernizar el sector energético y contribuir a la diversificación de la economía. Esto se ve ahora agravado por las sanciones internacionales impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos, que pretenden impedir la transferencia de tecnología y la financiación a las empresas rusas, especialmente en los sectores energético y militar.
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