| ||||||||||||||||||||||
La historia de Sofía Kovalevskaya comienza en San Petersburgo en 1850, entre los muros de una familia noble que la rodeó de privilegios, pero también de prohibiciones. Las mujeres no estudiaban matemáticas; no estaba bien visto. Pero Sofía no entendía las normas absurdas.
Hubo tiempos en los que la nieve roja de la Unión Soviética cubrió no solo los campos y los tejados, sino también las conciencias. Aquellos días, el árbol de Navidad, un inocente símbolo de alegría y fe, se transformó en campo de batalla ideológico. El régimen soviético, más torpe en sus ataques a la tradición que un oso con raquetas, no supo si arrancar de raíz el abeto cristiano o coronarlo con una estrella roja.
En el contexto de la actual invasión rusa de Ucrania y la guerra entre Israel y Hamás, el renombrado escritor y periodista norteamericano David Sanger corresponsal nacional del Diario The New York Times en la casa blanca y de Seguridad nacional, ha publicado un libro que brinda un profundo análisis sobre las repercusiones globales de las dos guerras y sus implicaciones para el resto del mundo y en particular para Europa y Asia.
Siempre es un placer revisar los ensayos de León Chestov, especialmente cuando nos trae una lúcida lectura de Dostoievski. Diferente a aquella que hiciera Vladimir Nabokov, quien lo tachara de mediocre. Entiendo que al cultor de “Lolita” no le gustara la lucidez más allá de la exacerbación de los sentidos, tiene derecho a no gustarle, lo que no puede -me parece- es emitir un juicio de valor universal.
Hace algunos días, el señor Mikhail Zygar publicó en “The New York Times” (reproducido por el diario “Clarín” de Buenos Aires), una columna que reavivó algunas elucubraciones mágico religiosas que están dando vueltas en el ambiente con respecto a la guerra en Europa. El escrito del periodista ruso parece no tener esa intención, pero deja el tema flotando en la atmosfera.
Ya han pasado más de mil días y la guerra en Ucrania presenta una escalada sin precedentes. En este tiempo se ha demostrado una vez más que los conflictos armados no sirven para nada. Que no tienen ningún sentido más allá de destruir y asesinar al otro. Solo porque a un sociópata se le ocurre dar una orden.
Mientras nos deslizamos por el prolongado y resbaladizo proceso de transferencia presidencial en la única superpotencia realmente existente, mientras seguimos sufriendo sus sacudidas, las dolorosas sacudidas de un imperio en su ocaso, no sabemos todavía las decisiones que nos van a golpear a los demás países y pueblos del mundo, pero podemos atisbar algo de lo que nos espera.
Zelensky sigue empecinado en involucrar a la OTAN en una guerra abierta contra Rusia, por lo que los globalistas de Biden y Soros habrían decidido desencadenar una guerra abierta contra Rusia para dejarlo como herencia a Trump.
Durante los últimos Juegos Olímpicos de París no hubo tregua olímpica como en la antigua Grecia, pero no solo en relación a los conflictos activos, sino en cuanto a otras formas de la guerra, las cuales se filtran por una complejidad retorcida y multifocal que se traduce como competencia geopolítica.
Todos los medios, sea prensa, Twitter, X, Google y otros muchos controlados por gobiernos afines a USA, acusan a Rusia como agresor, solo hay que tirar de prensa e historia del siglo XX y salen cuántos gobiernos ha derrocado USA por golpes de Estado colocando dictadores o títeres en ellos.
La humanidad ha ingresado en una suerte de dramática cuenta regresiva. Ratificando aquella valoración geopolítica categórica de Henry Kissinger, el epicentro de lo que puede ser el más devastador conflicto armado entre los hombres puede precipitarse en Eurasia por su importancia infinita. Quien domine a Eurasia dominará al mundo, solía decirse.
Cuando ahora hace dos años y medio, las tropas rusas iniciaron la invasión de Ucrania, los planes de Vladimir Putin apuntaban a una inevitable rendición del ejército de Kiev y a un rápido control del país por parte de sus tropas. No sólo es evidente que las previsiones fracasaron y que Rusia quedó embarrancada en un atolladero de difícil solución, sino que, al margen de cómo evolucione en el futuro, la guerra tiene un claro perdedor: Putin.
Al inclinarme a besar la mano de la camarada que me recibía en el Kremlin, al estilo de Catalina la Grande que exigía que los representantes extranjeros le besaran la mano y le hablaran en francés – parecería más apropiado que el léxico diplomático hubiera adoptado el término legado.
Formalmente conocida como los 'Principios básicos de la política estatal sobre disuasión nuclear', fue firmada por Putin en 2020 y describe cuándo Rusia podría utilizar su arsenal atómico. El documento afirma que “la disuasión nuclear tiene como objetivo proporcionar a un adversario potencial la comprensión de la inevitabilidad de la represalia en caso de agresión contra la Federación Rusa y sus aliados”.
En este mundo actual, algún experto que otro en la materia, suele afirmar que la GuerraFría del pasado siglo XX no ha acabado, y que no tiene visos de ello en pleno siglo XXI. La humanidad siempre busca una excusaperfecta para mantener viva la citada GuerraFría. Una muestra de ello son las guerrasyguerrillas que se dirimen hoy día en los diferentes continentes del globo terráqueo, y en las que siempre son actores directa o indirectamente Rusia y los Estados Unidos
Rusia está de moda, para mal, pero de moda. Recuerdo que su último zar, Nicolás II, junto a toda su familia, fue asesinado en la región de los Urales hace ya más de un siglo. ¿Era necesario por parte de los bolcheviques este cruel asesinato? Solo un 3% de la población actual afirma que se actuó bien exterminando a Nicolás II y su familia.
Bajo mi humilde punto de vista existen en la actualidad grandes peligros que tienen en vilo la convivencia y el bienestar social en el mundo. El primero es el Daesh o Estado Islámico y todas sus confluencias a lo largo y ancho de la geografía mundial: por su fanatismo religioso y el odio hacia todo lo occidental.
Dado que las prioridades de la Administración Biden serían el posible inicio de la guerra de Israel contra Líbano, el peligroso acercamiento de Putin a Vietnam para impedir la formación de un arco nuclear contra China así como la presencia de barcos de guerra rusos en Cuba, el Pentágono estaría sopesando la necesidad de firmar un Acuerdo de Paz con la Rusia de Putin.
La invasión de Rusia a Ucrania, hoy transformada en guerra en toda línea, ha reformulado el orden mundial a tal punto, que no solo ha dejado al descubierto a los contendientes que hasta hace poco de forma solapada dibujaban las alianzas militares que se enfrentaría, en una eventual conflagración mundial, sino las fortalezas y debilidades de las partes y la participación de actores hasta hace poco verosímiles.
Se ha celebrado el 80 aniversario del Día D, el 6 de junio de 1944, cuando comenzó el desembarco de las tropas aliadas en Normandía y puede que el titular de este artículo parezca exagerado. Yo creo, sin embargo, que es un hecho. Los países que forman parte de la OTAN y algún otro más, encabezados y liderados por Estados Unidos, están ya en guerra con Rusia.
|