Hace algunos días, el señor Mikhail Zygar publicó en “The New York Times” (reproducido por el diario “Clarín” de Buenos Aires), una columna que reavivó algunas elucubraciones mágico religiosas que están dando vueltas en el ambiente con respecto a la guerra en Europa. El escrito del periodista ruso parece no tener esa intención, pero deja el tema flotando en la atmosfera. Lo que puede leerse entrelineas es que a espaldas de todo esto hay un plan mucho más ambicioso sostenido, en parte, por delirios espiritualistas.
La nota mostraba que la felicidad de Vladimir Putin ante el triunfo de Donald Trump no fue porque vaya a favorecerlo en la encrucijada con la OTAN, sino por un secreto a voces que anda dando vueltas en el ámbito ruso: la teoría de que se acerca la caída de los Estados Unidos de un modo similar a como implosionó, hace más de tres décadas atrás, la Unión Soviética.
Para esta versión Trump viene a cumplir la anunciada caída del Imperio Norteamericano, al igualque cuando se desmoronó el Muro de Berlín. Trump es, para el Kremlin, lo decadente y aquel quedesatará el caos interno. El señor Nikolai Patrushev director del FSB (la ex KGB) profetizó en medios afines al régimen que en los Estados Unidos habrá próximamente una “guerra civil” entre el Norte y el Sur. El mismo Putin expresó: “Como antiguo ciudadano de la URSS, les diré cuál es el problema con los grandes imperios, creen que son tan poderosos que pueden permitirse pequeños errores”. Yo creo que debería escucharse a sí mismo. De inmediato agrega: “Pero los problemas se acumulan, y llega un momento en que no son manejables. EE.UU. marcha por el mismo camino que la URSS”.
Si lo miramos desde el punto de vista de la mitología popular rusa no es descabellado. La degradación política y económica, los gastos siderales en tecnología espacial y los errores estratégicos en varios frentes de guerra hicieron, entre otras razones, que el bloque soviético cayera lentamente hasta su disolución. El “águila calva”ha desplegado sus alas sobre el mundo de manera obscena y no está libre de ese posible destino. No obstante, también en pos de estas creencias hay intentos de redibujar fronteras, asimismo hayteorías conspirativas y entretelonesque, aunque no lo creamos, rayan con lo místico y esotérico.
Alexander Dugin, el ocultista de ultraderecha que asesora a Putin en las sombras, publicó en 1997 el libro “Fundamentos de geopolítica” con conjeturas que, aunque pueden parecer un poco locas, si uno las analiza desde los últimos acontecimientos, no lo son tanto.Algo de esto se está produciendo en la realidad. Predice de la desintegración de la Unión Europea. Una alianza entre Francia y Alemania. La expulsión de Gran Bretaña del panorama. La anexión de Finlandia a Rusia creando,de esta manera,un nuevo continente euroasiático. Y, por supuesto, la anexión de Ucrania. Dijo textualmente: “Ucrania como Estado no tiene ningún sentido geopolítico, ninguna importancia cultural particular o significado universal. Ni exclusividad geográfica ni étnica. Sus ciertas ambiciones territoriales presentan un enorme peligro para toda Euroasia y, sin resolver el problema ucraniano, en general, no tiene sentido hablar de política continental”.
Paso seguido, Dugin explica el objetivo para América del Norte: “Rusia debería usar ahora sus servicios especiales dentro de las fronteras de los Estados Unidos para alentar la inestabilidad y el separatismo, por ejemplo, provocar a los racistas afroamericanos”. Rusia “debería introducir el desorden (…) en la actividad interna de Estados Unidos, alentando todo tipo de escisión, conflictos étnicos, sociales y raciales, apoyando activamente a todos los movimientos disidentes (…) desestabilizando así los procesos políticos internos”.
La nota del señor Zygar, lejos de ser inocente, es funcional a los objetivos de Putin, ya que trajo nuevamente la cuestión a escena. Cuando uno medita en estos asuntos, no solo ve un gran delirio religioso y una búsqueda desenfrenada de poder, sino que, además, nos damos cuenta que detrás de los movimientos de Rusia hay un plan; es cierto que suena alucinado, satánico, rayano en lo religioso, pero es un plan al fin. Y cuando uno mira al pasado reciente con la invasión a Ucrania como horizonte puede que se despeje que entre bambalinas el Kremlin esté movido además por mitos políticos, espiritualistas e imperiales de dominación mundial que sabemos cómo comenzaron, pero nadie puede decir por el momento cómo van a terminar.
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