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En los últimos quince años, la banca española ha cambiado tanto que muchos ciudadanos ya no la reconocen. Ya no hay trato cercano, ni oficinas de barrio, ni libreta que se actualice con el saldo, de quien conoce tu nombre. Ahora, cada vez que cruzamos la puerta de un banco (si es que aún queda uno cerca), sentimos que estamos molestando, como si lo gratuito, lo humano o lo sencillo fueran cosas del pasado, y quizás lo son.
Estamos acostumbrados a ver estos vehículos en las grandes solemnidades, alfombras rojas y bodas de alcurnia. A lo largo del mes de mayo también las podemos encontrar en la puerta de modestas parroquias de barrio y, posteriormente, en los alrededores de ventas y restaurantes domingueros. Se trata de utilizarlas como medio de transporte para la primera comunión de tiernos infantes de ocho años.
El arzobispo escribe: “Recuerda como el tiempo de Cuaresma no deja de ser un peregrinaje anual en la fe y en la esperanza, para que preparemos los corazones y nos abramos a la gracia de Dios, para poder celebrar la Pascua, centro de la fe cristiana y garantía de nuestra esperanza.
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