Cada volcán es único. Incluso cada erupción de un mismo volcán es única. Hasta que un volcán no entra en erupción, no podemos saber cómo será. El volcán Kilauea en Hawái, uno de los volcanes mejor estudiados y más activos del mundo que se caracteriza por un dinamismo efusivo (poco explosivo), ha tenido erupciones explosivas en el pasado.
Durante este año, el volcán Etna, el volcán más activo de Europa, ha tenido numerosas erupciones. Algunas de ellas han estado caracterizadas por fuentes y coladas de lava, como las que pueden observarse desde el domingo el La Palma. Y otras, en cambio, han ocasionado grandes columnas eruptivas que alcanzaron más de un kilómetro de altura y obligaron a cerrar el aeropuerto de Catania, paralizando así el tráfico aéreo a la isla.
No podemos olvidar la erupción en 2010 del volcán Eyjafjalla en Islandia. La erupción comenzó con una erupción de baja explosividad en marzo en una de las laderas del volcán. Sin embargo, cuando en abril se abrió una nueva boca eruptiva justo bajo el glaciar, se convirtió en una erupción más explosiva, arrojando cenizas a la atmósfera que paralizaron el tráfico aéreo del noroeste de Europa.
El pasado nos habla del futuro
Por tanto, para saber qué tipo de erupción va a tener un volcán, la clave está en el registro geológico. Los geólogos siempre decimos que “debemos estudiar el pasado para conocer el futuro”, y este hecho es de vital importancia en el estudio de los volcanes. Estudiando los depósitos de antiguas erupciones podemos saber qué tipo de erupciones han ocurrido en el pasado. Por ejemplo, de manera muy general y explicado de manera muy sencilla, podemos relacionar coladas de lava con erupciones de baja explosividad y depósitos de flujos piroclásticos con erupciones explosivas.
Los flujos piroclásticos son flujos de gases y material sólido que pueden alcanzar los 200 km/h y los 900 ℃ de temperatura. Lo principal es identificar todos estos depósitos en el campo y a continuación analizarlos detenidamente en el laboratorio para conocer su composición, origen, edad, etc. y así lograr entender cómo actuó el volcán en el pasado.
En base a estos trabajos, se pueden realizar pronósticos de cómo será la próxima erupción. Por eso muchas veces se oye algo así como “se espera una erupción de baja explosividad”. Es decir, con los conocimientos que se tienen del volcán, esa sería la erupción más probable. Sin embargo, debemos tener en cuenta que a pesar de que es la erupción más probable, no es la única, y así deberá de expresarse en todos los documentos para la gestión del riesgo volcánico. ¿Cómo evolucionará la erupción en La Palma? Centrándonos en la isla de La Palma y lo que se conocía de la geología de la isla, todo hacía pensar que, si se produjese una erupción, sería como la que está ocurriendo. De hecho, si vemos imágenes de la última erupción de la isla, la del volcán Teneguía, y la comparamos con la que está ocurriendo, se parecen mucho ambas erupciones (salvando las distancias, claro).
Ahora bien, la erupción también podría haber ocurrido en el mar, como ocurrió en la isla de El Hierro. En el caso de tener una erupción submarina, los peligros asociados y el dinamismo eruptivo serían ligeramente diferentes. El mayor peligro vendría cuando el nuevo edificio volcánico creciera lo suficiente como para tener unos pocos de metros de agua del mar encima del cráter. En ese caso, esto daría lugar a un tipo de volcanismo explosivo llamado surtseyano, en honor a la isla de Surtsey (Islandia). Una erupción surtseyana se caracteriza por producir violentas explosiones y las colas de gallo volcánicas, que se forman por una mezcla de vapor de agua y ceniza volcánica.
Volviendo otra vez a la isla de La Palma, lo más probable es que siga teniendo un comportamiento similar, pero aún es pronto para determinar cómo actuará en el futuro y debemos seguir monitorizando la isla sin descanso.
*Janire Prudencio, profesora de Geofísica y Riesgo Volcánico de la Universidad de Granada
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