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Pablo Iglesias, todo un desastre

Pablo Iglesias, el podemita, al autoexcluirse del Pacto Antiyihadista, ha demostrado que no tiene sentido de Estado y que está muy alejado de la realidad del país
Jesús  Salamanca
martes, 17 de noviembre de 2015, 23:56 h (CET)
Viniendo de donde viene, no se podía esperar otra cosa del tal Pablo Iglesias. Parece que a los “Pablos Iglesias” les persigue la falsedad y la mentira. El socialista no tuvo inconveniente en ocultar su verdadero nombre, como está suficientemente demostrado por la historiografía; se llamaba Paulino, en vez de Pablo, y así pasó a la historia del socialismo español. A éste, el de hoy, podemita, mentiroso y ‘barato verborreico’ tampoco se le caen los anillos por mentir y hacer odiosos eufemismos. Hace justamente el tipo de planteamientos que piensa un terrorista o quien ha mamado el odio, comido las ‘heces terroristas’ o ha sido amamantado con las ubres del rencor y la represión del terror.

No encuentro otra explicación. Y si no echen una ojeada a la versión fanática que dio ayer del atentado terrorista acaecido en París. ¡Hay que odiar mucho y no saber amar al prójimo para no entender la barbarie cometida por el terrorismo yihadista. Tan solo le faltó culpar a Hollande o a la sociedad francesa de lo sucedido. No olvidemos que su postura es la misma que mostró la izquierda radical tras los atentados del 11M; era un momento en el que había que culpar a Aznar y al Partido Popular de todo, porque las urnas navegaban a su favor y con mucha diferencia. Fue muy fácil que la izquierda se pusiera de acuerdo para dañar la imagen del expresidente y de su partido. Lo peor de todo es que el PSOE ‘perdió el trasero’ por unirse a la desfachatez.

Pablo Iglesias, el podemita, al autoexcluirse del Pacto Antiyihadista, ha demostrado que no tiene sentido de Estado y que está muy alejado de la realidad del país. Sus planteamientos populistas se catalogan en la categoría de memez, sandez y estupidez. Ahora se entiende su asesoramiento al ‘gorila rojo’ y al actual presidente de Venezuela, Nicolás ‘InMaduro’. Un asesoramiento idóneo para destruir, pero contrario a los principios que deben regir a la hora de construir una sociedad asentada en la convivencia y en la solidaridad.

Cada día son más los mediocres que se acercan al ‘vendeburras’ de Pablo Iglesias, el podemita. Lo curioso de ello es que muchos se acercan, pero a los dos días se apartan: ahí tienen a Gordillo, Pérez Royo,…. Simples aprovechados que viven traumatizados y avergonzados de no haberse sabido ganar la realidad y estar en los medios de comunicación. Algo así como Rodríguez Zapatero, pero en más mediocre y menos oportunista.

A Pablo Iglesias, el podemita, se le cayó el espantapájaros al afirmar que “determinadas intervenciones europeas en Oriente Medio no contribuían a la seguridad de los ciudadanos de Europa”. Lo peor de todo es que llamó "venganza" a la acción organizada para intentar acabar con la barbarie del Estado Islámico. No es de recibo eso de cortar cuellos, enjaular a personas e introducirlas en el agua hasta verlas ahogadas, destruir obras de arte milenarias e imponer matanzas absurdas. La versión más odiosa y criminal de esa religión se lleva hasta las últimas consecuencias en nombre de su dios y de su profeta.

Pablo Iglesias es un problema serio y un personaje peligroso que hay que erradicar de los aledaños del poder. Su ideario, basado en la violencia, la mentira y en la destrucción, es lo menos conveniente para el Estado español. Ahí tienen el caso de Venezuela en manos de un endiosado terrorista, capaz de mandar expropiar por una opinión contraria a la suya o de disparar porque un grupo de huelguistas pacíficos defienden un planteamiento diferente.

Si a todo eso añadimos su postura marxista y la de sus seguidores, sinceramente estamos ante un energúmeno peligroso, inconsciente y ridículo para los tiempos en que vivimos. Tal vez lo peor de esa formación se encuentre en la visión anticuada de muchos de sus seguidores; no hay más que echar un vistazo a la reacción de su portavoz que, al escuchar cantar la Marsellesa a la clase política francesa, no se le ocurrió otra ‘lindeza’ que esa originalidad de: “¡Putos fachas!”.

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