Como parte de nuestro trabajo día a día en localidades situadas tras las fronteras externas de la Unión Europea, el personal de No Name Kitchen escucha muy a menudo testimonios de personas que han sido devueltas de forma ilegal desde la Unión Europea hacia los países vecinos y esas devoluciones suelen ir acompañadas de violencia.
Hoy denunciamos los abusos a una familia de Sierra Leona. Las víctimas de los ataques, una chica de 15 años, un chico de 17 y otro de 21, hermanos.
Como ellos mismos nos relataron, salieron desde la ciudad de Bihac, Bosnia y Herzegovina, hacia Croacia. Era su cuarto intento de entrar en Croacia y en la Unión Europea. A falta de vías legales y seguras para poder migrar, las personas se encuentran con que la única opción que tienen es cruzar las fronteras de forma irregular y una vez en un país de la Unión Europea pedir asilo. Pedir asilo es un derecho.
Esta familia decidió hacer este camino con 8 personas más. En total eran 6 hombres y 5 mujeres. El grupo de personas, una vez en Croacia, a una hora a pie aproximadamente de Zagreb, la capital, decidieron llamar por teléfono a un número de teléfono que alguien les había compartido diciendo que era IOM (Organización Internacional de las Migraciones) y a quien debían expresar su intención de solicitar asilo en Croacia. Alguien les respondió y una vez comunicada su ubicación y sus datos personales por teléfono, la persona al otro lado del teléfono le pidió al grupo que esperara a ser recogido.
El grupo esperó durante horas en el bosque. Llegó a noche y durmieron allí. Llovía y no tenían refugio para resguardarse. Dicen que tras perder la esperanza de que alguien llegase, decidieron seguir el camino, cuando amaneció. Poco después, cinco policías con uniformes azul oscuro aparecieron en el bosque y mandaron a las personas parar. La descripción del atuendo policial que nos dieron estos menores coincide con el que lleva la policía de intervención croata.
Los encuestados nos contaron que la policía croata ya conocía los países de origen de las personas de este grupo, ya que dijeron haber sido informadas por la persona con la que el grupo de personas en busca de asilo habían hablado. Ellos mismo reiteraron a la policía su intención de volver a pedir asilo en Croacia y dijeron a la policía que ellos mismos habían llamado a lo que creían que era IOM para recibir protección.
A pesar de ello, la policía cacheó a las personas, registró exhaustivamente sus pertenencias y les obligó a entregar todo lo que tenían de valor. Los agentes les quitaron el dinero y los teléfonos a todos. Uno de los entrevistados fue sorprendido mientras grababa un vídeo de la escena y su teléfono fue destruido. Por nuestra experiencia en terreno y los cientos de testimonios que hemos recogido desde 2017, sabemos que esta es una práctica muy común, que se repite constantemente.
Al cabo de aproximadamente una hora, el grupo de 11 personas fue forzado a subir en una furgoneta policial. Como la capacidad de la furgoneta no era suficiente para el grupo, algunas personas tuvieron que sentarse en el suelo. Los entrevistados describen el viaje en la furgoneta como muy claustrofóbico debido a la oscuridad del interior, y por la falta de espacio. La hermana menor empezó a sentirse muy mareada. Las personas que iban encerradas con ella en la parte trasera del furgón pidieron reiteradamente parar el vehículo y tras un rato, la policía frenó. Los dos hermanos y la joven se bajaron del furgón para que la menor tomase el aire y pidieron un poco de agua. Dicen que la policía croata se negó a darles agua. En ese momento, el grupo se encontraba muy cerca de Velika Kladusa, una localidad bosnia pegada a la frontera con Croacia.
Como la niña no mejoraba, los policías les gritaron que volvieran a la furgoneta. Los dos hermanos les rogaron que esperaran un poco más, ya que la joven aún no se encontraba bien. Nos contaron que, tras esto, los policías volvieron a subir a la furgoneta y cogieron un spray de pimienta. Con él, rociaron a los tres hermanos que estaban fuera del furgón. Los entrevistados describen la sensación de no poder respirar. Después de esto, la policía los dejó allí, muy cerca de la frontera, con el objetivo de que regresasen a Bosnia y Herzegovina.
La misma Unión Europea que con su política fronteriza finanza a estos cuerpos de policía que se encargan de las devoluciones ilegales y en caliente, crea campos de refugiados en los países vecinos. Y esos campos de refugiados, como No Name Kitchen ha denunciado constantemente, son otra forma de tortura para las personas que están en busca de asilo: eliminan la libertad de elección de las personas. Esto se traduce a que mientras que los dos entrevistados viven ahora juntos en el campamento de Borici, dentro de la ciudad de Bihac, ya que ambos son menores, el hermano mayor está obligado a vivir en el campamento de Lipa porque tiene 21 años.
Debido a la considerable distancia entre los dos campos, esta familia está obligada a vivir separada.
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