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La pureza de un pueblo

Manuel Senra
martes, 26 de enero de 2016, 07:55 h (CET)
No debemos olvidar que el partido nazis creció rápidamente entre los años 1930 y 1932, debido principalmente al paro masivo durante la Depresión. (En febrero de 1932 el partido tenía entonces dos millones de miembros, y en 1945 llegó a tener hasta seis millones. .

El fascismo, creado por Mussolini, se extendió también por Europa, e incluso salió fuera de ella.

En cuanto un pueblo se sentía militar y económicamente fuerte, echaban mano de toda clase de inventos, erigiéndose en un extraordinario baluarte pensado por una raza especial. En la ciudad griega de Esparta dominó por entero el Poloponeso. Y fundó el “despotado de Esparta”

Hoy, el fantasma de Marí Le Pen asoma furibundo por el horizonte europeo, como una terrible amenaza para muchos: primero y, fundamentalmente, para el pueblo francés y luego, si el viento le es favorable, se irá extendiendo, como un fuego exterminador, hasta los pueblos más próximos, produciendo así sinergias destructoras cuyos efectos destructivos serían imposibles de cuantificar. Esa pandilla de destructores empezará diciendo-como en verdad lo hacen a los cuatro vientos- que son la mano salvadora, cuando lo cierto es que se asemejan a las horas bárbaras. La mano capaz de limpiar las calles de malhechores. Ellos, la extrema derecha salvadora, velará por la pureza de la raza, colocando en su sitio los valores de patria y la justicia -tan vilipendiados- en su justo lugar. Dicen que el pueblo francés está siendo invadido por seres de raza negra, o amarilla, los cuales serán capaces de destruir los principios básicos de uno de lo principales países del mundo.

Ya conocemos muy bien el fondo y las formas de sus mítines: nos la viene contado la historia de cada día. Nace un líder, o renace, o está ahí, esperando su oportunidad a que el terreno esté en condiciones favorables; entonces, prende fuego a la mecha, y el polvorín arde con facilidad. Todo lo demás es coser y cantar. El partido nazi creció rápidamente entre los años 1930 y 1932 debido al paro y a la gran Depresión (en 1934 el partido tenía dos millones de miembros, y llegó a tener en 1945, nada menos que seis millones, antes de su desintegración. Pero para eso hizo falta el hombre, el líder, el insaciable destructor, destructor y asesino que, con engañosos mensajes, lo invistieron de invicto salvador. Pero para poner patas arriba, a casi todo un continente, hizo falta la presencia del vesánico iluminado difundiendo la falsa idea de que ellos, el pueblo alemán, era una raza superior, y que con la destrucción de los judios (estos hoy están haciendo algo parecido), el pueblo volvería a alcanzar las mayores glorias. En otras ocasiones, el verdadero enemigo eran los comunistas, a los que había que destruir todo cuanto oliera a ese pestífero nombre. Pero el caudillaje y sus seguidores acabaron –si antes no se suicidaron o murieron- como criminales de guerra, ante un severísimo proceso.

Esperamos que esto luctuosos acontecimientos sean hechos pasados: viejas historias cardas de muertos. Y que no se repita. Pero ahí están.

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Me refiero a esas apreciaciones que nos deslizan hacia la experiencia sublime en los diferentes estratos de la presencia humana. Contienen el duende necesario para abstraernos de las naderías y hacernos fijar la atención con maestría, moviendo hilos indescriptibles. Funcionan con ese algo especial capaz de congregar en el mismo estrado fascinante a la emisión de un mensaje de calidad y la fina sensibilidad del receptor.

Basado en las microexpresiones faciales, sin que digas una sola palabra, está claro que la mirada lleva diferentes firmas emocionales. Las arrugas de expresión transmiten mucho más de lo que imaginas y la mayoría de las veces, quienes conviven contigo suelen decir que te conocen.

La violencia perversa, un fenómeno psicológico que emerge con fuerza en momentos de crisis, se caracteriza por la incapacidad de asumir responsabilidades emocionales o relacionales. Este tipo de violencia no se expresa de manera física, sino a través de la manipulación, el desprecio y la negación de la realidad emocional del otro.

 
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